ABDUL, EL ACUARELISTA TUNECINO

Autor: Marcel Sauvage. Miembro del Comité de la Prensa artística francesa.

Fuente: Catalogo de la Exposición a Beppo en Junio de 2003.

Él es un auténtico príncipe de las mil y una noches, que llegó a París en 1911. Descendiente de una gran familia con rancios títulos de nobleza, de la que él se liberaría ante todo para asegurarse a su manera, la autenticidad profunda...

Abdul Wahab...

Venía de Túnez. Joven, guapo, libre en sus andanzas y en su espíritu. Con una inteligencia y un gusto finísimos. Seductor y familiar como es dado el ser a pocos personajes.

Mientras tanto por un milagro singular, reconfortante desde diversos aspectos, es de lo más parisino entre los pintores de los que debería hablarles. Abdul Wahab, artista hoy encumbrado en el que la independencia y la nobleza generosa no tienen iguales en su extrema gentileza.

Se nace príncipe o no se es. Y en nuestros días esto no se da sin peligro.

Así, Abdul Wahab, que todo el mundo conoce a las orillas del Sena, en los ambientes en los que el arte se encuentra y se festeja, él paga por otro lado el hecho de ser príncipe y se mantiene un tanto desconocido en esto que fue, que es siempre su razón de vivir: la caja de los colores.

Para retratar un poco al personaje, su amabilidad, su parisinismo desenvuelto y placentero; habría que olvidar la discreción voluntaria del pintor, y el valor de una obra que yo coloco muy alto. Tanto más cuando su autor rehúsa imponer su obra mediante los recursos publicitarios que, en nuestros días, son de uso corriente.

No obstante, es curioso notar que al salir de las academias pictóricas parisinas -él fue discípulo de Jean Paul Laurens, entre otros maestros del momento., este pintor, en los acordes todos a la vez preciosos y ligeros en los que sucede a veces que pasan como un sueño, se apasiona enseguida con el fauvismo. Los Fauves, bajo el liderazgo de Matisse, de Vlamirck y de Devain se lo han revelado a él mismo, en la alegría de los colores, en sus fuegos artificiales pero más aún en su lenguaje de seda.

Más tarde, atraído como muchos otros jóvenes por el encantador que tendía a renovar las sugestiones de la pintura, él quiso a Picasso. Más la influencia que parece haberla absorbido de forma más afortunada es la de Pascin de quien fue -en los últimos gloriosos días de los años de entreguerras- uno de sus más alegres compañeros.

De Pascin, virtuoso con aires de gitano, él conservó una delicadeza de matiz que ni pesa ni posa, una especie de irisación - por llamarlo de laguna manera- sentimental y que se vuelve cada vez más rara, durante unos tiempos en los abstracto de los tintes brutales, inquieta, solicita, obsesiona -incluso inconscientemente- a la mayor parte de los figurativos que se quieren defender.

Abdul Wahab se mantuvo como la salvaguarda. Él posee una experiencia adquirida a partir de las fuentes clásicas, en Italia, en España, en Inglaterra, en Holanda, países en los que se establece dejándose llevar por el capricho de sus fantasías, con el fervor de un artista en el que la práctica y la curiosidad escapan a los sistemas, a las doctrinas y a las ataduras demasiado estrechas.

Las campiñas florentinas y la romanza andaluza le han sugerido calma, marcada sino retenida, al igual que las finas luces de la Île de France. ¿Cómo este norteafricano, familiar de Europa, no acabaría convertido, por discreto que fuese, en un retoño de la Escuela de París?.

Esta escuela tan diferentemente definida no podría aún saberse ni evaluar su auténtico porte, con reclutamiento internacional pero de irradiación francesa por excelencia más allá de las tentativas más aventuradas.

En el cuadro de Montparnarsse, Abdul Wahab fue así compañero de Modigliani, de Ortiz, de Zárate y de H. G. Cheval, como lo fue de Pascin y de Papazoff en ese ambiente de Montmatre. Pero más y mejor que ninguna otra cosa, se impregnó aquí y allí de una tradición que él no ha desfigurado sino que prolonga y honra.

Porque tiene sentido, el del equilibrio y l de la razón pictórica, hasta en la punta de los dedos.

De ahí le viene que antes de que nada haya preferido la ribera mediterránea a su ribera natal donde los embrujos de África, por suntuosos que puedan ser, son ardientes hasta devorar el objeto, desbordan las medidas y la retentiva de un arte que se expresa en profundidad musical más que en superficie por el empleo del semitono, el juego "mariposeante" e los matices y por una gracia más severa que, lo que dice, "cartesiana".

En efecto, el lugar de Abdul Wahab se encontraba más en el salón de las Tullerías que en el Instituto de Cartago donde aún y así expuso en los primeros tiempos. Lo que prueba que entre Túnez y París, como que entre París, Argel, Casablanca o Fez existen sutiles afinidades que para manifestarse habitualmente sobre planos diferentes no precisan ni más ni menos que de la ocasión, la gloria y una sensibilidad común.

Abdul Wahab es en este sentido un típico ejemplo.

(Traducción del francés: Carlos Chevalier Marina)

ASPECTOS DE LA VIDA Y LA OBRA DE BEPPO ABDUL WAHAB

Autor: Francisco Zueras Torrens. De la Asoc. Internacional de Críticos de Arte.

Fuente: Catálogo de la Exposición de Junio de 2003.

No es fácil, ni mucho menos, al trazar una semblanza de Beppo, para evocar su figura en este acto de homenaje, porque fue una mujer enigmática, introvertida a la hora de hablarnos a los amigos de aspectos tan fundamentales en su vida, como son la fecha de su nacimiento, el transcurrir de su infancia y el ambiente familiar. Por lo menos yo -que tanto hablé con Beppo y que tantas cosas relacionadas con el arte me contó- solamente pude saber que había nacido en Londres en un 14 de junio, sin concretar año, que su verdadero nombre era Freda, y que a los catorce años se escapó de su casa londinense con un tenor italiano, para afincarse en París e integrarse en aquel fabuloso mondo de las vanguardias artísticas de comienzos de siglo.

Yo conocí a Beppo en el verano de 1969 en el Palacio de la Magdalena de Santander en el Curso de Arte de la Universidad Internacional "Méndez Pelayo", y a lo largo de este curso y e los cuatro o cinco siguientes consolidaríamos una gran amistad. No he olvidado la impresión que me produjo cuando vi por primera vez a aquella mujer alta, flaca y desgarbada, tocada, invariablemente con una boina de terciopelo negro y un permanente cigarrillo en la esquina de los labios. Ni he olvidado la primera conversación que sostuvimos, jalonada de frases inteligentes -como de mujer extremadamente culta que era- pero también de frases mal sonantes y mordaces críticas, expresadas en un áspero español de inglesa insumisa a otras lenguas.

Beppo, orgullosamente inglesa a pesar de todo, se sentía feliz en aquel ambiente de la Universidad Internacional de Santander, de paisaje arquitectónico tan inglesado, por aquel terciopelo verde de los prados, bordeando los pinos, los abetos y los castaños, que era un lujo increíble de verdes encaramados sobre el mar y que ella saboreaba con la fruición de apasionada paisajista.

El amor de Beppo por Villa del Río, Montoro y Beas de Segura, lo extendió también a Córdoba capital, ciudad que procuraba vivir intensamente en las distintas ocasiones a la que fue. Desde la Mezquita -Catedral, para saborear su arte y su historia árabe, cultura para ella tan querida, hasta los tugurios de la calle de la Feria o Cardenal González para hablar con las pobres meretrices, tema que, además, le gustaba llevar luego al papel en estupendos dibujos de gordas mujeres desnudas.

Pasando por la taberna de "Pepe el de la Judería", donde Beppo rendía culto a otra pasión suya - la de beber vino-, y rendía culto también a otra de sus grandes amistades: la de José Giménez Aroca, conocido por medio mundo como "Pepe el e la Judería", que quería a Beppo de manera entrañable. Allí en aquella típica taberna de la calle Romero, número 1, se pasaba horas y horas nuestra Beppo, sentada en aquel romántico patio entre helechos, begonias, esparragueras, geranios y carteles taurinos.

Como escribió Camilo José Cela: "Beppo aprendió a pintar en tres manantiales de muy largas aguas: París - y sus amigos Modigliani, Pascin, Derain, Soutine, el escultor Brancusi-, su circunstancia personal, ¡qué bien hubiera estado Beppo de favorita el último emir de Almería!, y el ritmo de la naturaleza que no se cansa de mirar. Del agua y del vino de esas fuentes bebe y se nutre la pintura de Beppo, sus acuarelas y sus vinorelas por las que corre el luminoso instante que va tejiendo de la hebra de la túnica de la vida, leve como una nubecilla, un suspiro o un mal pensamiento".

Nada mejor que estas palabras de Camilo José Cela para dar fin a este emocionado recuerdo que he rendido a aquella gran Beppo que amó a esta tierra andaluza, hasta el extremo de querer que sus cenizas se fundieran con sus olivos. Un emocionado recuerdo para la que fueron sus últimos pensamientos y su última decisión de donar su obra a Villa del Río y Córdoba.

Beppo, tras haber conseguido el ver alargada su vida hasta pasados los noventa años, ha abandonado este mundo. No obstante, como contrapunto a la tristeza que nos embarga, hemos de pensar que la muerte sólo mata lo que le dejan, y que ante ciertas prerrogativas, su guadaña se mella. Matando físicamente al ser humano, pero dejándolos intacto el mito. Este es el caso de Beppo Abdul Wahab, de la que, tras haber desparramado sus cenizas por los olivares andaluces, se conservará el mito de haber sido la última representante, insólita y atractiva, dela bohemia artística de nuestro tiempo.

BEPPO EN VILLA DEL RIO

La Asociación Pedro Bueno contempla en sus estatutos, como una de sus competencias, la realización de actividades culturales que ayuden a promocionar la obra de otros artistas que tengan o hayan tenido alguna vinculación con Villa del Río.

En esta línea hemos venido trabajando para organizar la presente exposición, dedicada a la pintora Beppo (1899.1989), artista inglesa que se enamoró apasionadamente de nuestra tierra, de Andalucía, y que conoció Villa del Río de la mano de su amigo Pedro Bueno, que la invitó en los años sesenta a visitar su recientemente adquirida "Huerta del Soto", con la intención de que conociera nuestra comarca, habida cuenta de su condición de artista dedicada al tema del paisaje. Pedro le enseño los lugares más pintorescos de la zona, quedando Beppo muy impresionada por la belleza de Montoro, pueblo al que el pintor de Villa del Río denominaba "el Toledo cordobés".

A partir de estas fechas, las estancias de Beppo en la comarca del Alto Guadalquivir se van a hacer periódicas, y la correspondencia epistolar entre ambos artistas muy constante, documentándonos acerca de las inquietudes que constituyen el argumento medular de su experiencia creativa. En este sentido, podemos entresacar párrafos, que conforman un testimonio ciertamente revelador para entender sus particulares vivencias:

"(...) Es otro como tú - compara a Pedro Bueno con M. Villar, pintor catalán- y casi todos mis amigos españoles, que tienen una gran pasión por su pueblo, aunque -una vez en él- dicen que se aburren (..)".

En estos escritos va quedando reflejado el interés por nuestra tierra y sus gentes, al tiempo que se acentúa su apasionamiento por los olivares, como motivo de sus acuarelas:

"(...) Estoy cansada de ir de pueblo en pueblo sin encontrar lo que busco; por lo visto sitios como Montoro, Quesada y Puebla de Segura hay muy pocos, y me hace falta de nuevo una mina. ¿Pero, dónde? Aquí, por un lado, hay un paisaje ibérico y hermoso - se refiere a la zona noreste de la provincia de Jaén- pero tan achicharrado y pelado que no hay manera de aventurarse por las carreteras. Te hace pensar en esas películas donde se ven buitres y esqueletos en montes desérticos (...) lo que más me gusta es Chiclana de la Sierra, que veo de lejos, aquí, todos los días."

El magnifico pintor Rafael Zabalea se había ocupado de poner en contacto a Beppo con su tierra natal de Quesada, en la provincia de Jaén, a la que volvería la acuarelista inglesa una y otra vez para pintar. Desde Beas de Segura escribe a Pedro Bueno en los siguientes términos:

Hay- "(...) paisajes de colores fantásticos, pero demasiado ibérico para mí; trabajé muy mal y en Quesada -todo fue un- desastre, rompí todo, fue un error ir tan pronto, después de la muerte de Rafael! -Zabalea-, me persiguió su sombra (...) Fui hace unos días a la tan admirada Segura de la Sierra- me dijo Zabalta que era una maravilla- y no me gustó nada - paisajes de tarjeta postal-; cogí el primer coche par ala vuelta(...)"

Así, de forma directa y precisa, va describiendo Beppo sus viajes por Andalucía, al tiempo que fija esas mismas impresiones en sus acuarelas, ya que su vida de bohemia impenitente se entrega por completo en cuerpo y alma a la pintura.

Beppo murió en Madrid, el año 1989. Por expreso deseo suyo fue incinerada, y sus cenizas fueron esparcidas por sus amigos al pie de un olivo que domina una atalaya próxima a la localidad de Chiclana de Segura, en Jaén. Este fue su último viaje a nuestra tierra.

Cumpliendo sus deseos, una selecta selección de acuarelas, serigrafías y dibujos, tanto de ella como de su marido Abdul Wahab y un dibujo de su amigo Modigliani, fueron legadas para que fueses expuestas en una exposición permanente, bien en Córdoba o Villa del Río. Tenemos, pues, ante nosotros, la responsabilidad de asumir este ofrecimiento y de disponer el espacio oportuno para que se exhiban adecuadamente todas estas importantes obras.

Queremos finalmente, dejar constancia de nuestro agradecimiento al Ayuntamiento de Villa del Río, a los depositarios del legado pictórico de Beppo, que han posibilitado la oportunidad de dar a conocer la obra de esta gran pintora antes de que se constituya su propio museo, en el Centro Cultural "Casa de las Cadenas" en Villa del Río.

Eleuterio Calleja Marchal.

Presidente de la Asociación Cultural "Pintor Pedro Bueno. Paleta Azul".

BEPPO, FULGOR DE BOHEMIA

BEPPO, FULGOR DE BOHEMIA

Beppo decidió por sí misma hasta después de su muerte animal, acaecida en soledad, el 5 de febrero de 1989. Siempre se había revelado contra los condicionantes sociales que en su época tenía la mujer; su vida constituyó un reto constante por superar esta coyuntura endémica del mundo occidental.

Había dado instrucciones a su amigo Julián Avilés para que, tras su fallecimiento, su cuerpo fuese incinerado y se esparcieran sus restos en la colina más alta de un bosque de olivos, a la sombra de uno muy particular, que le había regalado años atrás su buen amigo "Juanjo", un labriego de Chiclana de Segura, el "Valle del Paraíso" privativo que Fredra Abdul Wahab creyó encontrar entre las montaraces lomas y angostos desfiladeros de las sierras de Jaén.

Beppo había nacido en Londres, el 22 de junio de 1899, en el seno de una familia de ascendencia aristocrática. Su padre era un músico, que vivía en el barrio de Hampstead. De su infancia y adolescencia casi nada sabemos, pues a los catorce años quiso romper voluntariamente con su pasado, y con la estricta educación victoriana que aún imperaba en su país, fugándose con un tenor italiano.

En lo sucesivo, su existencia quedaría condicionada por la constante presencia del Sur. Pertenece a Beppo a esa peregrina estirpe de británicos, centrífuga y meridional, que abandona la civilizada y convencional vida de la gran metrópolis, o el bucólico encanto- un tanto acaramelado- de sus dulces campiñas, para pasar la mayor parte de su vida en los cálidos, broncos y vitalistas parajes mediterráneos.

Esta topología de personajes, la del inglés que había fuera de su patria por propia voluntad -sin perder jamás su inabdicable naturaleza británica-, ha conformado una de las constantes de ese país, fundamentando la más genuina de sus peculiaridades raciales, el origen e su universalidad. Son estos individuos quienes constituyen los soportes singularizados de esa cultura, quienes definen, en suma,, sus hechos y biografías más geniales. Esta actitud, que les induce a viajar hacia las tierras ribereñas del Mediterráneo- y si es necesario, hasta los confines del mundo-, se constituye en una perseverancia histórica de esa civilización: Desde Byron, Shelley o Robert Browning en el siglo XIX, hasta D.H. Lawrence, Robert Graves, Durell o nuestro fiel coterráneo Gerald Brenan -andaluz de adopción y sentimiento, como la misma Beppo- en el XX.

No sabemos cuál fue el apasionado itinerario que Freda realizó en compañía del cantante de ópera italiano. Sin embargo, sí tenemos datos acerca de su presencia en París, a partir de 1917, fecha en que fija u residencia junto al Sena. Allí conoció al príncipe tunecino Florence Abdul Wahab, "joven, guapo, libre en sus andanzas y en su espíritu. Con una inteligencia y un gusto finísimo. Seductor y familiar como le es dado ser a pocos individuos" ( Marcel Sauvage, "Abdul, l'aquarelliste tunissien", Le Magazine de l'Afrique de Nord (Número special "Arts Ménagers", juillet-1953.), que se convertiría en su marido. Este noble norteafricano residía desde 1911 en París, adonde había acudido para satisfacer sus inquietudes pictóricas. Discípulo de Jean Paul Laurens, le apasionaba la obra de los fauves y frecuentaba la amistad de Modigliani, Pascin, Brancusi, Soutine y Van Dongen, entre otros.

Freda Clarence Lamb, tal era el nombre de soltera de nuestra pintora, tuvo ocasión de conocer a todos estos artistas, cuya obra, con el paso de los años, llegaría a constituir uno de los capítulos más relevantes de la historia del Arte Contemporáneo.

No sabemos en que fecha decidió Freda utilizar el nombre de "Beppo" para firmar sus trabajos, ni tampoco si este seudónimo fue ya usado por ella o, incluso, por su familia, con anterioridad. Lo cierto es que tal nominativo fue empleado por George Noel Gordon, mucho más conocido por su título de Lord Byron (1788-1824), para titular un precioso y festivo cuento burlesco, que había escrito durante su estancia en Italia, cuya ficción tenía lugar en Venecia, y que consideraba, en tono distendido -al estilo quattrocentista de Pulci, el creador de la epopeya burlesca, precursor de Ariosto-, los amores licenciosos de una dama, con el beneplácito final de su propio marido. Esta obra, de tono vitalista y jocoso, Beppo (1817), bien pudo sintonizar con una personalidad como la de Freda, libre, dispuesta a desembarazarse de toda atadura, rebelde, temeraria, indómita... Además, hay otra circunstancia que, casualmente, nos relaciona aún más a los dos personajes que estamos considerando: En su tiempo fueron muy censuradas las constantes infidelidades de Lord Byron, hasta el punto de que fue precisamente por esta circunstancia expulsado de Inglaterra. Una de sus amantes más libertinas fue Lady Caroline Lamb, efébica, ambigua, andrógino y que, curiosamente, tenía idéntico apellido que nuestra homenajeada.

En cualquier caso, existiese o no algún posible parentesco entre estos personajes, lo cierto es que Freda Clarence, en lo sucesivo Beppo Abdul Wahab, quiso adoptar idéntica disposición frente al mundo, dejándose levar por sus impulsos y sus pasiones, en la búsqueda de su propia identidad.

Beppo, acompañada de su marido, visitó Andalucía en los años cuarenta. Florence tenía especial interés por conocer Almería, la patria de antepasados emires familiares. Sin embargo a Beppo la cautivó el "duende" de una guitarra que en Sevilla la sedujo para el Flamenco. Abdul volvió a París, pero ella ya no quiso dejar nuestra tierra jamás. Seis años pasó en la Ciudad del Betis, metida hasta el cuello en este ambiente, apasionándose con el cante, degustando las claves constitutivas de esa característica forma de armonía, tan profunda, tan auténtica, tan racial. Al cabo dejó Sevilla; anduvo recorriendo los campos y pueblos de España, sus montes y caminos, sus valles y también sus mesones. Aprendió a conocernos como ninguno de nosotros lo haremos jamás.

Sus amigos la recuerdan como una mujer extremadamente culta e inteligente, ávida lectora, mordaz y crítica con los necios, animada conversadora, docta en entelequias, en ensueños y nostalgias... libre, enteramente libre, hasta el punto de eliminar de su vida casi todo, de manera absoluta lo superfluo. Vivía con muy poco, al final de su vida pasó hambre, pero en su existencia no había nada que justificase la más mínima cesión respecto al privativo albedrío de su libertad.

Su pintura era extremadamente sutil. Se dedicó especialmente al paisaje, considerando como objeto preferente de representación los olivos, que se convirtieron durante años en exclusivos protagonistas de sus cuadros. Beppo encendía sus ramajes, transmutaba su plúmbeo verdor en antorchas sinuosas, que entremezclaban su flama con el cielo. Erauna artista especialmente dotada para cargar de expresividad cada uno de los grafismos que definían la composición; tenía una gran capacidad de síntesis, reveladora de un activo potencial de discernimiento y de una imaginación poderosa, y sabía imprimir a sus trabajos el ritmo compositivo adecuado para dotar a la obra de movimiento, confiriéndose las precisas sugerencias sonoras, posibilitando que, desde dentro del soporte, fluyesen las fragancias consubstanciales a los motivos representados.

En el conjunto de su obra yo destacaría especialmente sus serigrafías, en las que el proceso sintético de estilización alcanza valores ciertamente excepcionales, poniendo de relieve su extrema sensibilidad para resolver el conjunto de la composición, por medio de un contenido uso del color, fomentando una mayor protagonismo de la línea de contorno y del plano monocromo, como recurso expresivo.

Beppo se ha transformado. Una placa distingue humildemente al vegetal beficiario de su predilecto bosque elevado: "Beppo, 1899-1989". Desde el subsuelo, disuelta por la lluvia y el roce de las nubes, convertida en nutritivo fermento, Beppo da vida a otra nueva vida, circula apasionada por los vasos leñosos, a través de numerosos y minúsculos tubos liberianos-inquieta, agitada, como antes la sangre fluyera por sus veras-, diluida con la savia en su circuito ascendente, hasta asomar su mirada expectante entre los brotes, con sus ojos azules al verde del olivar.

Miguel C. Clémentson Lope.

HOMENAJE A BEPPO Y ABDUL WAHAB

HOMENAJE A BEPPO Y ABDUL WAHAB

Con motivo del Legado de su Obra Pictórica al pueblo de Villa del Río

(Fuentes: Catálogo de la Exposición de Junio 2003)
Autor: Juan Calleja Relaño. Alcalde de Villa del Río.

Freda Clarence Lamb, llamada Beppo, nació en Londres el 22 de junio de 1899 y murió en Madrid, el 5 de febrero de 1989.

Allá por los años 30 se casó en París con el pintor tunecino Abdul Wahab, tomando desde entonces el nombre de Freda Abdul Wahab.

Beppo, fue una mujer muy entrañable para los que vivían la vida artística y cultural madrileña. Su presencia era habitual en el Café Gijón, y su mordaz locuacidad se hacía indispensable y querida por quienes frecuentaban esos ambientes. El café flamenco le encantaba, y le seducía de tal manera que se pasaba las horas dejada caer sobre el mostrador de la taberna Gayango con un cigarrillo entre los dedos y un vaso de vino tinto cerca de la mano; yo le acompañaba a menudo a esta taberna madrileña, donde Beppo era una institución, allí conocí con ella entre otros, a Pepe de la Matrona y a Rafael "el Gallina". Era una delicia estar con ella y oírle sus relatos en su peculiar castellano, cuyas blasfemias las decía tan elegante que parecían cumplidos.

Esta mujer se caracteriza más que por su pintura, que sin duda es muy interesante, por el gran talento que tuvo para el arte de vivir, siendo su propia vida su mejor obra de arte.

Manuel Vicent, uno de sus grandes amigos, al que le enviaba postales desde Villa del Río, en su fascinante libro "La novia de Matisse", la describe de forma tan real y natural que parece como si estuvieras con ella, en las mismas tertulias que relata el autor.

A Beppo, le apasionaban las personas sencillas y sobre todo la naturaleza. Pintaba unos paisajes con una belleza y dulzura difícil de definir. El olivo era su tema principal cuando pintaba paisajes de Montoro o Beas de Segura. Estaba enamorada profundamente de "los olivos". Unos días antes de su muerte, en una de las charlas que mantenía con ella, le comentaba, que era curioso "como podía amar de esa forma que manifestaba a un olivo"; y me decía: "Si, Juan, todas mis pasiones y amores no son sexuales, están aquí...(se señalaba la mente). Dejó escrito que cuando se muriera la incineraran, y sus cenizas se esparcieran sobre los olivos de Beas de Segura. Efectivamente, su amigo Julián Avilés, natural de este pueblo, tenía preparada la urna con sus cenizas y así se cumplió su deseo.

Nunca conocí a una mujer tan romántica como Beppo, amaba las cosas de forma inexplicable, las personificaba. Quien no la conociera bien, podría pensar que abandonó a su marido porque no le amaba; pero, sin embargo, lo tenía siempre presente. ¡Lo tenía en su obra!, obra pictórica que guardaba celosamente, y que no es lo bastante conocida, precisamente por eso, porque en sus pinturas lo tenía vivo... Recuerdo como, estando en su estudio, abrazaba y besaba las acuarelas de su marido, un gran pintor: Jilani Abdul Wahab, príncipe tunecino, que estudió en Oxford y vivió en París, fue amigo de Modigliani y Pascine, entre otros pintores impresionistas. Sus líricas acuarelas realizadas sobre el papel de arroz, son de una gran belleza, muy codiciadas por los coleccionistas.

Beppo, murió y no pudo ver de nuevo Villa del Río, como fue su deseo. Murió rodeada de sus amigos, los que le atendieron hasta el último momento: Carmina, Toni, Donato, Julián Avilés, Paquita, Luis Cañadas, Lidia Costa y algunos más.

El día antes de su muerte, el sábado 4 de febrero de 1989, mantuve una larga e inolvidable conversación con Beppo. Me volvió a recordar a gente de mi pueblo, a Jesús Montes, Juan Solís, Juan A. Marín "el mister", a don Juan "el cura", a José Luis Mañas (que la llevaba a ver peleas de gallos), a Elvira, a Paco Espino (de Montoro), a Jacinto Mañas y otros. Pero muy especialmente, me volvió a recordar a Pedro Bueno, me preguntó por su salud, ¡nunca me llama por teléfono!, decía, "pero es un gran amigo, yo sé que se acuerda de mí". Efectivamente, Pedro Bueno era un gran amigo de Beppo, fue su protector económico en los años difíciles, le enviaba dinero y le pagaba muchas cosas... "bajo cuerda" para que no se sintiese ofendida. Pedro Bueno ha sido un hombre muy bondadosa, pero sin embargo, el se empeñaba en aparentar lo contrario. "El otro día, me decía Beppo, me llamó un amigo común, cordobés, escritor, muy simpático... (no recordaba su nombre) ¿Mariano Roldán, Beppo?, ¡Si, ese!, exclamaba, "a que es verdad, decía, es muy simpático". Son todos formidables.

"Juan, me decía, tu sabes cuales son mis deseos; yo quiero mucho a Villa del Río, y deseo que mis pinturas estén allí..." sí Beppo, tu sabes que no podemos fallarte, le contestaba. ¡Ay! y las de mi marido en Córdoba, ¡Claro que sí!, le respondía.

El día 1 de mayo de 1989, se celebró en el Ayuntamiento de Villa del Río el primer homenaje a Beppo, fue un acto brillante con una conferencia a cargo de Francisco Zuras Torrens, crítico de arte, sobre "Aspectos de la vida y obra de Beppo Abdul Wahab". Esto fue el primer paso para dar a esta artista, así como de su voluntad, con el fin de cumplir sus deseos sobre su legado pictórico.

Soy depositario de este legado desde el año 1989, en el que se incluyen las obras pictóricas de Beppo, su marido Abdul Wahab y otros, según protocolo notarial, en el que se manifiesta los deseos de la artista, Para llevar a cabo la voluntad de Beppo, desde esas fechas se han ofrecido estas obras, para su exposición en Museo, a los siguientes organismos y entidades: Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, en febrero de 1989; Ayuntamiento de Villa del Río, en septiembre de 1989; Diputación de Córdoba en el año 1991 y a Cajasur, en marzo de 1997. Todas estas entidades agradecieron el ofrecimiento, aunque declinaron su aceptación al no disponer de sala o lugar público para su exposición permanente.

También, para dar conocimiento de esta importante obra pictórica se han realizado distintas exposiciones en Córdoba y Villa del Río.

En la actualidad, se dispone en Villa del Río, de un lugar idóneo para cumplir los deseos de Beppo, concretamente, me refiero al Centro Cultural "Casa de las Cadenas", para su exposición permanente. Y es ahora, cuando ha llegado felizmente el momento de realizar la propuesta de DONACION AL AYUNTAMIENTO DE VILLA DEL RIO, y que nuestra Corporación Municipal ha aceptado por unanimidad, según certificado adjunto.

La obra que regala Beppo al pueblo de Villa del Río, puede que sea la colección más importante del "impresionismo" que exista en Córdoba. Por este motivo, consideramos que está muy justificado este Homenaje que hoy, el pueblo de Villa del Río, le tributa a Beppo.

ARTES PLÁSTICAS: Ángel Cabrera

Ángel Cabrera nace en Villa del Río (Córdoba), estudia en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, pasa por la Escuela de Cerámica de Madrid y en 1959 ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla. Allí permanece hasta finalizar si licenciatura.

Como ilustrador, colabora con editoriales de España, Alemania y México.

Participa con su labor artística en numerosas series televisivas de dibujos animados, españolas, americanas y dos largometrajes para México.

EL PODER DE LA REALIDAD

(Camino R. Sayago)
Fuente: Revista de Feria de 1993

Para Ángel Cabrera, la realidad sigue constando. Es su pintura el resultado de una observación escudriñadora de la realidad, de ella surgen los modelos de su temática.

Su figuración parte directamente del natural; sus composiciones, aun siendo sobrias, en la tradición de la pintura realista española, tienen un encanto especial, producto de la dedicación del pintor por captar la belleza de los objetos cotidianos, a veces olvidados por el recuerdo. Su enfrentamiento con el objeto le instiga a modelar con color las formas; disipadas cajas de costura de brillantes hilos, las gafas de la abuela, una plancha o un flexo, se vuelven perdurables. El sonido del cristal se materializa en vajillas de poliédricas transparencias, en las telas se puede seguir la linea de la arruga, en el laborioso encaje se advierte la minuciosidad dibujística que le aproxima al hiperrealismo.

Los objetos adquieren una categoría especial en su pintura; sumergidos en un ambiente poético, evocan un fragmento del presente, que se consolida a través de la luz y su peculiar gama cromática de grises y plateados que junto con el blanco, el azul y el amarillo conforman su estricta paleta.

Su realismo ofrece una versión renovada, así lo asegura su recreación de los objetos en atmósfera cromáticas, en donde la luz alcanza reflejos y matices muy personales.

El pintor se ha interesado en la verosimilitud de los detalles, perfeccionando las calidades, tratando las superficies cuidadosamente, de forma que provoquen en la sensibilidad del espectador la idea de la materia que representa la obra. De ello dan pruebas bolsas de pan, delicados cestos con frutas, soperas de blanca loza o amarillos y aromáticos membrillos de jugosa y rugosa carne.

Pero ante todo, Cabrera elabora su pintura con un dibujo muy preciso que le permite representar los objetos con fidedigna perspectiva, No es la suya un interpretación de la realidad que se detenga únicamente en la reproducción mimética, sino que introduce ciertos tonos de su subjetividad , que dan realce lírico a la obra.

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UNA IMAGEN DE VILLA DEL RÍO EN LA LITERATURA DE VIAJES

(Bartolomé Delgado Cerrillo)
Fuente: Revista de Feria de 1993

La mayor parte de los viajeros del setecientos atraviesa la provincia de Córdoba por el itinerario central que es: Andujar, Aldea del Río (Villa del Río), El Carpio, Alcolea, Córdoba, Mangonegro, La Carlota, Écija. Algunos de ellos proceden de Madrid, pero la mayoría vienen del oeste - Cádiz y Gibraltar-, lo que da idea de la importancia que tiene la entrada a España por estos puertos.
Esta ruta es parte del Camino de Andalucía - vía Despeñaperros- que se consolida definitivamente en el siglo XVIII y muestra la perfecta centralidad de la capital dentro del territorio cordobés y el abandono de la unión Córdoba-Sevilla por la margen derecha del Guadalquivir - vía Posadas y Palma del Río-, que es entonces sólo recuerdo.
Este denominado Camino de Andalucía debe su origen y orientación a los romanos, quienes se asentaron en el antiguo poblado de Sissia, de origen ibérico, y construyeron ese magnífico puente sobre el arroyo Salado, cuya disposición obedece a la misma dirección que marca el citado camino.
El hecho de encontrarse nuestro pueblo en esa ruta ha condicionado sobremanera su estructura de "pueblo caminero", reflejándose en su actual morfología urbana, si bien no ha sido factor determinante; se trata de una situación urbana ribereña - su epíteto actual del Río y su denominación romana Ripa son bastantes significativos al respecto- junto al Guadalquivir y su emplazamiento en el llano le ha dado esta clarísima estructura caminera, con eje longitudinal -la antigua travesía de la carretera nacional IV - y escasa expansión lateral.
Otro dato en cuenta: según algunos documentos existentes en el Archivo Municipal de Córdoba y fechados hacia 1531, la ciudad de Córdoba era propietaria del castillo de la aldea -hoy actual ayuntamiento-. Ni que decir tiene que a todo el peso del poder que la ciudad ejerció sobre Aldea del Río como una más de sus aldeas, se unían el establecimiento de la aduana al Reino de Córdoba por el Guadalquivir y ser la primera población cordobés con el viajero y sus mercancías se encontraban viniendo desde Castilla por el puerto de Muradal.
Evidentemente los viajeros no restringen sus apreciaciones a los caminos, sino que nos informan sobre los pueblos y paisajes -principalmente agrarios- por los que pasan. Son muy diferentes las opiniones según la época a que hagamos referencia. Así en la Edad Media es muy posible que abundaran más el minifundio que el latifundio, dada la pequeñez del término de Aldea del Río. Los únicos latifundios conocidos hasta hoy en relación con la Aldea del Río, aunque no de su término, durante la Baja Edad Media eran dos de la Vega de Armijo. Sus propietarios fueron don Juan Martínez de Sousa. Las relaciones permanentes del laboreo de las fincas de la Vega de Armijo con Villa del Río radicaban en que, al menos, los herederos del primero poseían, a la vez, numerosas pequeñas propiedades n el término de la aldea.
Por la que se refiere al aprovechamiento de la tierra y paisaje agrario del término, aparte de la dehesa para pastos del consejo de la aldea, los vecinos se dedicaron preferentemente al cultivo de cereales y de viñas durante los siglos XIII y XIV en una proporción muy aproximada del 50% del termino para cada uno de los cultivos citados. Desde comienzos del siglo XV se acusa la presencia de olivares y almendrales en extensión difícil de precisar, dada la escasez de datos que aporta la documentación reunida al efecto. A ello hay que añadir el aprovechamiento de los cañaverales del río, muy significativos en el paisaje local, ya que aún hoy y desde el siglo XIV hallamos topónimos relativos a los mismos.
Industrias subsidiarias de estos cultivos -cereal y viñas- fueron los lagares y bodegas para el almacenamiento del vino, y las aceñas o molinos de cuya extensión, aprovechando la corriente del Guadalquivir, tenemos noticia desde los primeros años del siglo XIV. Próximas al término se encontraban las aceñas de la Vega de Armijo, propiedad de Don Juan Gil de Alcázar, y junto a la aldea se situaban otras, desde la misma fecha, de uso, indudablemente, aldeano.
En general, es patente una gran fidelidad y exactitud en la descripción del paisaje agrario- por el que los ilustrados sienten pasión-, también del urbano, y por supuesto del patrimonio artístico y arqueológico. Uno de estos viajeros ilustrados del siglo XVIII, Antonio Ponz, en su obra titulada Viaje por España, en que se da noticia de las cosas m
más apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella, en el tomo XVIII, dedicado a Andalucía, describe el paisaje agrario del valle del Guadalquivir en el tramo Aldea del Río - Córdoba. Los extremos que éste consigna, aunque sin su precisión, se corroboran por otros viajeros. Así la importancia del Valle en olivares y granos, que "jamás -dice L. Fernández de Moratín, uno de ellos- los he visto más hermosos ni en mayor cantidad".
Es también Ponz el que recoge una visión un tanto esquiva e indiferente de nuestro pueblo, bastante banal, por cierto: "Aldea del Río me pareció población de quinientos o seiscientos vecinos, repartidos en dos o tres calles muy largas, con una parroquia, donde nada encontré que poderle decir a usted. Se ocupa parte del vecindario en fabricar paños ordinarios. El nombre de Aldea del Río es porque el Guadalquivir pasa tocándola por su lado de poniente".
Otro inquieto viajero del Setecientos, el inglés H. Swinburne, que recorrió nuestro país en los años 1775 y 1776, nos aporta una visión más entusiasta y pormenorizada sobre los alrededores de nuestro pueblo hasta llegar a la misma Córdoba. Es de destacar su precisión en la descripción del paisaje agrario de los alrededores de la capital, respectivamente viniendo de Sevilla y al norte y este de aquella: "El campo es completamente desnudo, acolinado y arable. La panorámica del río, la ciudad, y los bosques de los cerros opuestos es extremadamente agradable y pintoresca".
"Los alrededores son deliciosos y se disfruta de una rica variedad de bosques, altozanos y cultivos, vivificados por la abundancia de agua clara. La tierra llana produce olivos y trigo, y mucho de este terreno está ocupado por huertas, donde prosperan frutales de gran tamaño, que parecen muy formados y saludables. Los terrenos más elevados están cubiertos por encimas y pinos, que los labradores arrancan en las mejores parcelas para plantar olivos y algarrobos. Las casas de campo están construidas en medio de cercados y huertos de naranjos. La tierra calma se arrienda por una cantidad fija de grano o variable según la cosecha, los eriales se ceden a cambio de una cierta renta en metálico".
A grandes rasgos, las informaciones que aquí se han dado sobre la morfología urbana y rural de nuestro pueblo han de ser consideradas dentro de un marco más amplio, que el profesor López Ontiveros denominada pueblos campiñenses, refiriéndose a una comarca cordobesa que abarca treinta y dos municipios y agrupados en una interesante clasificación hecha a partir de su morfología urbana, en virtud de la cual hay los siguientes tipos:
- Pueblos Ribereños: Montoro, Castro del Río, Puente Genil, ...
- Pueblos Camineros: Pedro Abad, Villa del Río, ...
- Pueblos de Llanura: Villafranca, La Carlota, La Victoria, ...
- Pueblos de Emplazamiento mal Definido: Cañete, Bujalance, Valenzuela, ...

La importancia de Villa del Río radica fundamentalmente en ser cabecera de la ruta que da entrada a la provincia de Córdoba. Por la trascendencia histórica casi mítica de Córdoba, esta capital concentra tanto la atención de los viajeros ilustrados que el detalle que dedican al territorio de su jurisdicción es bastante menor. Además el estado lamentable de los caminos del norte y sur provincial y el pie forzado que le impone su itinerario normal, que es el de Madrid a Sevilla, o la inversa, en el tramo Aldea del Río - Córdoba- La Carlota del camino de Andalucía, obviando casi por completo el resto del territorio cordobés.

Salvando este escollo, los datos que nos ofrecen estos viajeros ilustrados no omiten temas que les son muy queridos: el estado de los caminos, sus ventas y pueblos intermedios, los paisajes del Valle y Campiña proverbialmente ubérrimos, las realizaciones carolinas cordobesas. Todos estos temas, pues se devanan en sus relatos y tan sugerente es lo que en ellos nos informan como lo que sugieren sobre su mejora: el regadío que se podía desarrollar, el poblamiento que se podría crear, el arbolado que se podía plantar, las poblaciones que se podían establecer...

Por último, en épocas más recientes, también han sido varios los viajeros que, por uno u otro motivo, han pasado por nuestro pueblo y han dejado testimonio escrito del carácter de sus gentes, de su paisaje y de sus costumbres y tradiciones. Merecen destacar, entre otros, los nombres de Francisco Solano Márquez y Guzmán Reina. El primero habla de Villa del Río en su obra "Pueblos cordobeses de la A a la Z". He aquí sus palabras: "Estrella del Guadalquivir. Estrella por la Virgen de la Estrella, la patrona. Y Guadalquivir, rió grande, que estrecha al pueblo en su meandro, en un abrazo ceñido como una verónica. El pueblo se extiende alargado en suave curva, cautivo entre el río y la carretera por un lado y la vía de ferrocarril por el otro. Pueblo caminero, como le llama López Ontiveros, se ha amoldado al camino y es guardián vigilante de la puerta oriental de la provincia. Jaén empieza pronto. Villa del Río estampa en el alma del viajero del beso blanco de la bienvenida o del adiós".

Villa del Río siempre ha estado ligado al Guadalquivir, tanto, que antes de ser villa fue Aldea del Río, y antes aun Ripa u "orilla". Baja el río sin prisa y se complace en ser verde espejo donde la villa se mira cada mañana o cada tarde.
Por su parte, Guzmán Reina, que también es un fino poeta, piropeó una vez a nuestro pueblo con estas palabras: "En Villa del Río, la antigua Ripa, el agua alumbra huertas por el llano y sonríe a la Virgen de la Estrella, porque desde las sierras, viene reflejando luceros en su cristal tembloroso".
Es a la orilla del río donde mejor se mide el pulso y el alma del pueblo, recostado al pie de los olivares y mirándose en el agua tocado con la rojiza peineta de la torre parroquial. El río también se inmola aquí para fortalecer los partos de las hectáreas puestas en riesgos.

El Escudo Heráldico de Villa del Río

Autor: José Luis Lope y Lopez de Rego
Fuente: Revista de Feria 2003

GENESIS DE ESCUDO
1. Motivación del Trabajo
2. Propuesta Primitiva del Escudo.
3. Estudio e Investigación del Nuevo Escudo.
4. Proceso de la Composición del Escudo.
5. Aceptación del Escudo.

EL ESCUDO HERÁLDICO
6. Los Símbolos del Escudo Heráldico:
6.1. La Estrella de Plata.
6.2. El Puente Romano.
6.3. El Río Guadalquivir.
6.4. La Corona Real.
6.5. El Hecho Histórico Nobiliario:
6.5.1. Fernán Ruiz de Aguayo. Hacia 1237.
6.5.2. Martín Alfonso Fernández de Córdoba. 1465-1468 Señor de Montemayor y Alcaudete.
6.5.3. Antonio Alfonso de Sousa y Guzmán, 1636. I Señor de la Villa de Aldea del Río.
6.5.4. Aclaración sobre el Escudo de Armas de los Señores de la Villa de Aldea del Río.

7. Dibujo y Descripción del Escudo.



1. MOTIVACION DEL TRABAJO

La idea comenzó en el verano del año 1960, a raíz de unas interesantes tertulias que se organizaban al anochecer y darme cuenta de que la mayoría de los pueblos de la provincia que competían deportivamente al fútbol con nuestro equipo el Villa del Río CF. , lucían el escudo heráldico que representara al pueblo en los diversos certámenes y eventos deportivos provinciales o regionales.
En los concursos de pesca, certámenes literarios, en los deportivos, en los de cante flamenco, etc., no existía un símbolo, un anagrama, un emblema, un distintivo que representará a nuestro pueblo.
Al menos, nadie sabía de la existencia de esa insignia o blasón.

2. PROPUESTAS PRIMITIVAS DEL ESCUDO.

Entonces fui a ver al Secretario del Ayuntamiento, D. Luis Peñalver, el cual me manifestó que aún no se había aprobado ni tramitado ningún escudo oficialmente.
Me comentó que apenas se acordaba, pero que le parecía que después de la Guerra Civil, se había hablado del asunto, y se había consultado a algún erudito en la materia, tal vez a D. Pedro Criado Sotomayor, e incluso recordaba que se había dibujado a lápiz alguna propuesta.
Creía que dicha propuesta consistía en un escudo cortado que tenía en el cuartel superior tres montañas (Cerro Relaño, Cerro Morrión, Cerro de San Cristóbal) que representaban a los tres cerros más relevantes que conforma la coronación de la ladera norte o topografía de la mata de Monterreal, al sur del pueblo.
En el cuartel inferior, se situaba un castillo.
Partiendo de éstos elementos, e incluso de otros me dijo que recordaba haber visto otras combinaciones.
De todas formas, todas éstas conjeturas y propuestas se habían olvidado y no se había realizado ni tramitado nada oficialmente.



3. ESTUDIO E INVERSTIGACION DEL NUEVO ESCUDO

A partir de ese momento, me propuse trabajar en el tema, para conseguir algo que verdaderamente representara y fuera viva imagen de la realidad y de la historia de la Villa.
Estudié los escudos heráldicos de Montoro, Andujar, Bujalance, Porcuna, Cañete de las Torres, El Carpio, Lopera, etc,.
Profundicé en la historia de nuestro pueblo, asesorándome fundamentalmente de D. Pedro Criado Sotomayor, miembro correspondiente en Villa del Río de la Real Academia de Córdoba, y de D. Manuel Jiménez, D. Miguel Alvear y Sánchez-Guerra, D. José Cabello Cañete, D. Bartolomé Calzadilla Illescas, etc. así como de cuantas personas podían facilitarme alguna información al respecto, al principio de la década de 1960.
Por aquellos años, tras una búsqueda infatigable D. Pedro Torralba García, me facilitó una copia del librito, "Memoria de Villa del Río", de José María de la Vega, del año 1873 que casi nadie conocía y que se daba por perdido o desaparecido en el pueblo. Para la mayoría de los villarrenses era la primera vez que lo veíamos. A partir de entonces pudimos contar con un ejemplar.
Cabe señalar que hasta 1960 la preocupación y las actividades culturales en Villa del Río eran prácticamente nulas. Todo l esfuerzo se empleaba en sobrevivir y tratar de salir adelante, tras la tragedia y la calamidad que supuso la Guerra Civil y los subsiguientes "años del hambre".
Tan sólo Alfonso Romero Cerezo, llamado cariñosamente "Alfonsito" se esforzaba personalmente por sacar de la atonía provinciana a nuestro pueblo, creando sus famosos Juegos Florales Poéticos y Literarios, llevando a los jóvenes a pasar unas inolvidables vacaciones al Puerto de Santa María (Cádiz), organizando La Peña Deportiva y Recreativa de Pesca Matías Prats, promoviendo Concursos Internacionales de Pesca, instituyendo los Personajes Famosos de Villa del Río, potenciando tanto desde la Presidencia como de socio de base, el Villa del Río Club de Fútbol, y finalmente a través de sus artículos costumbristas en el diario Córdoba, como Cronista Oficial de la Villa.
Aquel verano de 1960 y los siguientes, fui analizando los valores históricos, culturales, religiosos, nobiliarios, físicos o geográficos más relevantes de nuestro pueblo, y formando combinaciones que dibujaba en cartulinas.
Uno de los que tuvo mayor aceptación fue una combinación "terciada en faja", situando los tres cerros de Monterreal en el cuartel superior o jefe, el Castillo en la faja central, y las ondas del río en la punta, etc.



4. PROCESO DE COMPOSICION DEL ESCUDO

Una vez compuesto hubo un paréntesis, o proceso de maduración o aceptación de varios años, aproximadamente unos diez años, en los que yo traté de ir explicando y divulgando el contenido del mismo.
Pero fue a raíz de la llegada de la Democracia hacia 1976 cuando se comenzó el proceso de legalización oficial, a petición del primer alcalde democrático D. Bartolomé Delgado Canales.
Como mis conocimientos en heráldica eran limitados, a tal efecto me puse en contacto con D. Juan Bernier Luque, Académico, historiador y poeta que en aquel momento se hallaba trabajando en Diputación en el Catálogo Artístico y Monumental de la Provincia de Córdoba. Le hablé del encargo que inmediatamente aceptó con sumo agrado, y del proceso que había seguido para componerlo.
Para mí fue muy gratificante su felicitación por el laborioso trabajo realizado.
Le pedí que él redactara la memoria y descripción del mismo, y que introdujera el símbolo heráldico más adecuado y conveniente manifestándome al poco tiempo, que él consideraba que debía de ser del Mayorazgo de Aldea del Río, fundado por don Antonio Alfonso de Sousa en 1636.
Le explique a Juan Bernier como pacientemente desde el año 1960 al 1970 había consensuado el escudo con medio pueblo de la siguiente manera:
Dibuje varios escudos en color, entre ellos el que me comentó D. Luis Peñalver secretario del Ayuntamiento y me dedique durante los veranos siguientes a 1960 a enseñarlos discretamente, en todas las ocasiones que se me presentaban, tales como en las tertulias de los bares, en el fútbol, en los concursos de cante, en la caseta de feria, en las romerías, en las reuniones de amigos, etc.
Recuerdo especialmente con el énfasis y satisfacción que eligieron el escudo algunos paisanos como Bernardo Cerezo, mi tío Pepe Sabio, Miguel Ángel Alvear, mi hermano Miguel, José Luis Mañas (Pepitín), Eduardo Vinuesa, Ángel Cabrera, Pedro Bueno, Matías Prats, Juan de Dios Domínguez, Pedro Luis de León y Palomeque, Antonio Calleja, Juan Ramírez Castro, Fernando Cerezo, Alfonsito Romero Cerezo, Sebastián Centella Pérez, etc.
Y digo énfasis, porque todos me decían que los otros escudos podrían ser de un pueblo cualquiera, pero que el de la Estrella, el Puente Romano y el Río Guadalquivir, ese sólo podía ser de Villa del Río.
No podéis imaginar lo gratificante que era para mí constatar que la casi totalidad del pueblo apostaba por la propuesta que yo también consideraba las más acertada.
Sin darme cuenta hacia el año 1970, el escudo ya se conocía y había sido aceptado popularmente.
Aún faltaban cinco o seis años para que llegase la deseada Democracia y había sido elegido casi por mayoría.



5. ACEPTACION DEL ESCUDO

Pasaron los años, y en la romería de San Isidro Labrador, hacia el año 1970, Rafael Muñoz Moreno, gran entusiasta de la historia y de las cosas de nuestro pueblo, promovió con un grupo de amigos una carroza con el escudo gigante de tres metros de altura por dos de ancho, realizado con claveles de todos los esmaltes o colores del mismo, y como único protagonista de la mis, que fue acogido popularmente con el mayor éxito y muchísimo aplausos y algún premio. Fue el "bautismo de sangre" del escudo. Felizmente había sido aceptado y reconocido por todo el pueblo.
Desde entonces el Ayuntamiento, las Instituciones oficiales las peñas, los equipos deportivos, las imprentas, los taxis, las publicaciones, todo el mundo asumió el Escudo Heráldico como algo propio, como el símbolo de Villa del Río.
En el año 1973, ya salió aunque muy tímidamente y en un pequeño y esquemático dibujo, en la parte superior izquierda de la revista de feria, siendo alcalde Miguel López Baeyens.
A partir de entonces se incluía en las portadas de la mayoría de las revistas de feria.
El primero que lo dibujó artísticamente y en policromía fue el distinguido pintor villarrense y gran amigo mío Ángel Cabrera Polo, en 1965.
Por esos años, un gran escudo en policromía pintado por él, presidió las Jornadas organizadas por la "Casa de Córdoba", en Madrid en la antigua residencia del famoso político cordobés D. Niceto Alcalá Zamora, en la C/ Martínez Campos, con motivo del "Día Provincial de Villa del Río" hacia 1969-70, que fue todo un éxito, a pesar de las manías de Pedro Bueno, que fue el único villarrense que se negó a exponer algún cuadro suyo.
Después lo dibujó magníficamente y sirvió para hacer las tallas del escudo en madera policromada de las puertas del Salón de Actos del Castillo, para sede del actual Ayuntamiento, entre los años 1979-83, mi sobrino Miguel Carlos Clemensotson Lope, licenciado en Historia del Arte y hoy día Director de la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba.
Por petición del Ayuntamiento de Villa del Río, tuve la ocasión de explicarlo públicamente su génesis y contenido en Canal Sur, con motivo del popular programa de Televisión "Tal como somos" en el año 1986,siendo alcalde Bartolomé Delgado Canales, uno de los más entusiastas defensores del escudo, en cuyo mandato se aprobó y a quien dedico mi reconocimiento por su constancia e interés por ese símbolo de todos los Villarrenses.
Por otro lado en la revista de Feria del año 1983, siendo alcalde también Bartolomé Delgado Canales, el escudo perfectamente dibujado y en toda su policromía, ocupaba toda la portada de la misma, en reconocimiento a su Adopción Oficial.
El expediente de la legalización oficial el Escudo Heráldico se concluyó y se tramitó al correspondiente organismo, pero la falta de una labor de seguimiento hubiera impedido la lamentable comunicación de que se ha perdido el expediente. Así que tendremos que empezar de nuevo.



EL ESCUDO HERALDICO

6. LOS SIMBOLOS DEL ESCUDO HERALDICO:

6.1. LA ESTRELLA DE PLATA.

Constaté desde el punto de vista religioso, la enorme devoción que todo el pueblo, siempre por la Virgen de la Estrella, desde su aparición en el Humilladero, entonces matorral o monte bajo de Monterreal, en el estío de 14992 o 1495.
Luego la estrella de ocho puntas de plata, era un símbolo fundamental a tener en cuenta, y que por cierto se halla cincelada en las andas de plata de la virgen, y representaba en la parte superior o ático del retablo de la ermita, en un trabajo original atribuido al retablista Juan Fernández del Río, hacia el año 1749. También se encuentra esculpida en la piedra molinaza de la fábrica de la Parroquia de la Inmaculada Concepción, del arquitecto Adolfo Castiñeyra Boloix del año 1907.

6.2. EL PUENTE ROMANO

Después analizando la historia constaté que no existe ningún vestigio, ruina o resto arqueológico más antiguo y con más historia en toda la villa, que el Puente Romano.
También el puente tenía para mí en ese momento unas connotaciones muy significativas, en cuanto podía ser el símbolo de unión de dos ideas diferentes, de dos formas de pensar. Era el elemento que unía las dos orillas y ayudaba a resteñar a la vez la herida que subyacía y que todos tratábamos de superar. En aquel momento deseábamos potenciar esa unión, queríamos fomentar la solidaridad y necesitábamos grandes dosis de comprensión.
A la vez por su lomo había transcurrido "toda la Historia de España", desde la época Romana, hasta nuestros días, pues había estado en uso hasta el año 1950.
Por otro lado era una joya de la arquitectura romana y nada menos que Monumento Nacional desde el año 1931, en el Presidente de la II Republica Española, D. Nieto Alcalá Zamora y su Ministro de Estado D. Alejandro Lerroux, dos insignes cordobeses, así lo había declarado por Decreto del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, así como posteriormente ha sido declarado Bien de Interés Cultural por la ley 16/1985 de 25 de Junio del Patrimonio Histórico Español, y demás normativas de la Comunidad Autónoma de Andalucía.
Por tanto, el Puente Romano era otro elemento, otro símbolo a tener en cuenta, desde mi punto de vista.
Construido en piedra molinaza de Montoro, recrea un efecto óptico al atardecer, cuando el sol de poniente jiza de su fábrica, resalta toda su belleza y esplendor como si estuviera construido con sillares almohadillados relucientes como el oro, originados por el destello de la cuarcita.



6.3. EL RIO GUADALQUIVIR.

Continué estudiando su geografía, sus rincones, sus parajes, el valle, la vega, la campiña, el paisaje, etc, y no hallé un símbolo más enigmático y sugestivo que nuestro gran río, esa gran corriente de agua que da la vida a su fértiles tierras, y es fuente de inagotable riqueza, símbolo permanente de sus historia, desde los tiempos más remotos y vía natural de penetración de todas las culturas.
Por nuestro río denominado en un principio Tartesos penetró esa primera cultura, que fundío Sitia en la desembocadura del arroyo del Salado con el Guadalquivir, y aquella final originó la región Ibérica de la Turdetania con su capital en Korduba, así como las culturas Fenicia, Griega y Cartaginesa.
También el río Betis, fue la vertebración de la Provincia de la Betica en época Romana, entonces navegable y con numerosos puertos fluviales como el de Ripa (Villa del Río)
Los árabes le dieron su actual nombre Guadalquivir que significa: Wad=Río, Quivir=Grande. Cautivados por sus fértiles aguas, pues venían del desierto, supieron crear el mejor sistema de regadíos elevando las aguas mediante norias (al-Na ura), y distribuyéndola mediante canales (qanat) y acequias (al-saqiya), haciendo florecer en todo el valle un verdadero vergel de vegas, huertas, arboledas y frutales muy productivos y abundantes.
Luego el Guadalquivir, representado en sus ondulantes olas azules o fajas, era también otro elemento importante a tener en cuenta en la simbología villarrense.

6.4. LA CORONO REAL

La tradición histórica nos relata que desde la época árabe, e incluso anterior, el lugar era un coto muy abundante en caza mayor, por lo que desde los primeros tiempos fue uno de los preferidos por los emires y califas de Córdoba y pertenecientes a las propiedades reales. Posteriormente ya en época cristiana la mayor parte del tiempo perteneció al patrimonio realengo de la Corona, administrado por el Concejo de Córdoba.
Por ello el Emperador Carlos V, el día 18 de Abril de 1531 autoriza al Concejo de Córdoba, a deshacerse de la propiedad del Castillo de Aldea del Río para que en el mismo se pudiera hacer la iglesia del lugar.
Fueron muy puntuales las épocas que perteneció a la Casa de Aguayo a raíz del Repartimiento del Rey Fernando III en 1235-36, o a la Casa de Montemayor en la Guerra Civil entre Enrique IV el Impotente y el infante don Alfonso, entre los años 1465-1469, o bien a la Casa de los Sousa de Portugal, desde la Fundación del Mayorazgo de la Villa de Aldea el Río en 1636. A parte de estos pequeños espacios de tiempo, es decir la mayor parte de la historia, la Aldea ha pertenecido a la Corona de Castilla. De ahí la utilización de la corona real.



6.5. EL HECHO HISTÓRICO NOBILIARIO.

Finalmente según D. Juan Bernier, era necesario y deseable introducir el símbolo puramente heráldico, aunque este no tuviera en la hora presente de Villa del Río, la fuerza y la importancia que tenían, los tres elementos descritos anteriormente, es decir la Estrella, el Puente Romano y el Río Guadalquivir.
Los tres hechos de la nobleza más importantes relacionados con Aldea del Río, son los siguientes:

6.5.1. FERNAN RUIZ DE AGUAYO (1235-1236)
En el Repartimiento que hizo el Rey Fernando III, el Santo recién conquistada la ciudad de Córdoba, a todos los que habían participado en las luchas y batallas de conquista en los años de 1235-1236, le correspondió el Castillo de Carit y Güat (Villa del Río) con todas las tierras llanas y las montañas a Fernán Ruiz de Agüayo, rico hombre cuya noble casa estaba en el lugar de Moñedo en el Valle de Iguña, en las montañas de Santander, el cual a costa auxiliaba a su Señor Rey con trescientos peones, pendón y caldera, en señal de que tenían tropas que ordenaban y mantenían de su propio peculio.
Fernán Ruiz de Agüayo fue uno de los conquistadores de Baeza (San Andrés, 1227), y Úbeda (1234) como premio a su valor entró en el repartimiento de tierras.
Don Fernán Ruiz de Agüayo debió participar en la toma de Aldea del Río hacia 1235 pero a la hora de hacer el Rey el repartimiento ya había fallecido.
Por ello como en este castillo se había tomado a los moros con su ayuda y especial arrojo, lo donó a su hijo don Diego Fernán de Agüayo, Señor de la Torre de Aguayo y entre otros motivos también por haberse distinguido en la conquista de Córdoba y Écija, pero sobre todo por haber sido el primero que enarboló el pendón real en la torre mayor de las murallas de esta última ciudad, cuando se tomó en 1240.
En tal sentido los primeros Señores de las fortalezas de Carit y de Güat con todo el terreno llano y las montañas, (hoy castillo y término de Villa del Río) corresponden al noble linaje y Casa de los Aguayo.
El escudo de Armas es el siguiente: ESCUDO DE PLATA, TRES FAJAS DE AZUR, ONDEADAS, BORDADURA DE ORO Y OCHO CALDERAS DE SABLE.
(Por ello las fajas, ondulantes de azur que simbolizan el río Guadalquivir, podrían tener en el escudo de Villa del Río un doble significado heráldico).



6.5.2. MARTIN ALFONSO FERNANDEA DE CORDOBA
V Señor de Montemayor y IV de Alcaudete.- (¡465-1468) entre el rey Enrique IV, el Impotente y su hermano el infante don Alfonso, ambos hijos de Juan II de Castilla y hermanos de Isabel la Católica en el reino de Córdoba igual que el resto de España, de inmediato se originaron dos bandos, uno partidario del rey y su valido, don Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque, encabezados por don Diego Fernández de Córdoba, Señor de Baena y Conde de Cabra (1455), Don Martín Alfonso Fernández de Córdoba de Montemayor y su hermano Fernán Pérez de Montemayor, el señor de Palma del Río, y el Obispo don Pedro de Solier, entre otros.
En el reino de Jaén contaba con el Condestable don Miguel Lucas de Iranzo.
Por el lado del infante don Alfonso, además del Arzobispo de Arcos y de Medina Sidonia, en Córdoba encabezaba el bando don Alfonso Fernández de Córdoba, Señor de la Casa de Aguilar y dueño durante la guerra de la ciudad de Córdoba. En el reino de Jaén estaba a su favor el maestre de Calatrava don Pedro Girón, el gran agitador de Andalucía, y hermano de don Juan Pacheco, marqués de Villena.
Desde septiembre de 1464, Córdoba es escenario de las primeras revueltas callejeras entre los dos bandos.
A primeros de 1465 don Alfonso de Montemayor, toma las fortaleza de Aldea del Río de hecho, como llave del camino real, del camino del Cañaveral propiedad de la Orden de Calatrava, y de las aceñas o molinos harineros en el río.
El 12-07-1467, el rey le otorga el Señorío de Montoro a don Martín Alfonso de Montemayor.
En septiembre de 1467 se produce el asalto al Palacio Episcopal, y el encastillamiento de la torre de la Catedral.
A primeros de julio de 1468 se produce un ataque del Conde de Cabra a Bujalance.
El infante don Alfonso es envenenado en Cardeñosa (Ávila) y muere el 5 de julio de 1468, a la edad de quince años.
Concluida la guerra, el 26 de mayo de 1469, el monarca le concede al Conde de Cabra el Señorío de Adamuz.
En 1469, Fernán Pérez de Montemayor, hermano del señor de Montemayor y Alcaudete, toma posesión con carácter señorial del castillo de Aldea del Río.
Al poco tiempo después, viene Enrique IV con un gran ejercito a Córdoba a poner orden y reconciliar a los dos bandos.
En las capitulaciones figura la devolución a la corona y cabildo de la ciudad, de la fortaleza de Aldea del Río, entre otras, así como la demolición de la misma.
Luego en el interregno de la guerra civil, la fortaleza o castillo de Aldea del Río había pertenecido a la Casa de Montemayor, representada por don Martín Alfonso Fernández de Córdoba de Montemayor.
El escudo de armas de los de Montemayor: En campo de oro, tres fajas de gules y una banda de sble engolada en dragantes de sínope con bordadura de plata.



ANTONIO ALFONSO DE SOUSSA Y GUZMAN.-
El linaje de los fundadores de Mayorazgo de la Villa de Aldea del Río, según Alfonso Porras de la Puente, descendiente del rey Alfonso II de Portugal (1185-1223), casado con doña Urraca hija del rey Alfonso VIII de Castilla, quién le dio cinco hijos.
Dos de estos hijos llegaron a ser reyes de Portugal, el primero Sancho III (1210-1279), de donde procede nuestro linaje al casar en 1254, segundas nupcias con Beatriz de Castilla, hija natural del rey Alfonso X el Sabio.
Esta varonía está relacionada con la llegada a Córdoba de don Vasco Alfonso de Sousa, el cual debió llegar a Castilla con el séquito y cortejo de la reina doña María de Portugal al contraer matrimonio con el rey Alfonso XI de Castilla (1311-1350).
Vasco Alfonso de Sousa, era el tercer nieto del rey Alfonso III de Portugal, luego era también sobrino de la reina doña María de Portugal, y por tanto primo segundo del rey Pedro I, el cruel.
Este rey y en agradecimiento a los servicios prestados por don Vasco Alfonso, a su madre, la reina doña María de Portugal, sobre todo en el asunto de los amores del rey con doña Leonor de Guzmán, le nombró Alcaide y Justicia Mayor de Córdoba y Señor de Castil-Anzur (Puente-Genil) 1366.
Vivió don Vasco Alfonso de Sousa en la casa-palacio de estilo mudéjar situada en la plaza de Jerónimo Páez, frente al actual Museo Arqueológico. Esta casa fue restaurada en 1350 por el alarife medieval maese Mohamed.
En esta casa tuvo Enrique II de Trastamara, con su hija doña Juana Alfonso de Sousa, un hijo bastardo llamado Enrique, al que le concedieron le titulo de Conde de Cabra y duque de Medina-Sidonia, y que murió a la edad de veinte años.
A Vasco Alfonso de Sousa le sucedió en el Señorío de Castil-Anzaur, su hijo Diego Alfonso de Sousa, que murió hacia 1413.
A este le sucedió su hijo Juan Alfonso de Sousa, que fundó el Mayorazgo de Rabanales, fue Alcaide del castillo de Bujalance y del Alcázar de Córdoba, así como Justicia Mayor y Veinticuatro de Córdoba. Murió en 1479.
Le sucedió en el Mayorazgo de la casa de Sousa, su hijo Diego Alfonso de Sousa, casado con Juana Carrillo.
Le sucedió su hijo Antonio Alfonso de Sousa, casado con doña Marina Fernández de Córdoba-Figueroa.
Sucedió en el Mayorazgo a éste último, su hijo Diego Alfonso de Sousa, casado en segundas nupcias con doña Ana de Saavedra de Guzmán, conocida por Ana de Guzmán.
Estos fueron los padres del fundador del Mayorazgo de la Villa de Aldea del Río, es decir, de don Antonio Alfonso de Sousa y Guzmán, casado con doña Luisa Carrillo de Córdoba y Bocanegra, primer señor de la villa de la Aldea del Río.
Don Antonio Alfonso de Sousa, fue bautizado el 13-VIII-1575. Era Caballero de la Orden de Santiago, primer Señor de la Villa de la Aldea del Río, Vº del Mayorazgo de Rabanales, etc., alguacil mayor del Santo Oficio de la Santa Inquisición de Córdoba, en propiedad por nombramiento del Rey Felipe III, Tercer Alcalde del Castillo de La Rambla, fiel ejecutor mayor de la ciudad de Córdoba, con voz y voto en el Cabildo, Caballero XXIV de Córdoba. Sirvió valerosamente al Rey y a la patria en las expediciones de Arache y la Mamola.
Desde muy antiguo la casa de Sousa, tuvo tierras y posesiones en la Aldea, tal como se acredita en el pleito a favor de doña Mayor Martínez de Sousa, por el que reclama la posesión de unas tierras hacia 1359 en la Aldea.
Tal vez por esa tradicional vinculación y posesión de tierras y bienes de la Casa de Sousa en la Aldea, don Antonio Alfonso de Sousa, confirmó en 1628 al rey Felipe IV (1605-1665), la jurisdicción y señorío de Aldea del Río, en 3.272.000 maravedíes.
A los ocho años , es decir en 1635 Felipe IV, agobiado económicamente por el sostenimiento de las costosísimas e interminables guerras europeas y aprovechando los aires abolicionistas de los antiguos señoríos, cuyos bienes se encontraban en gran parte abandonados y en ruina, vendió la jurisdicción y el derecho de nombramiento de alcaldes y regidores, al pueblo de Aldea del Río, al precio de 500 maravedíes por vecino, y como hemos dicho antes, la Aldea tenía 160 vecinos, resultan 80.000 maravedíes, que se pagaron entregando un primer plazo de 1200 ducados de oro, que se habían recaudado de arbitrios para hacer cárcel y reloj nuevo, y el resto del caudal del Pósito, arrendamientos de las dehesas boyales y otros arbitrios.
Los habitantes del Aldea del Río, ya emancipados y orgullosos de dirigir ellos mismos su propio destino, creyeron llegado el momento de solemnizar su mayoría de edad, solicitando al rey, el título de "Villa", para su próspero y laborioso pueblo en creciente desarrollo, título con graciosa y gustosamente, el rey Felipe IV, concedió según real cédula del año 1635.
A partir de esta fecha la Aldea pasó a denominarse Villa de Aldea el Río, nombre que con el tiempo fue perdiendo el término de aldea, para denominarse finalmente Villa del Río.
Reclamó ese mismo año, don Antonio Alfonso de Sousa, el derecho de recuperar nuevamente la jurisdicción y oficios municipales, solicitud que no sólo fue denegada, sino que se le apercibió para que no inquietase con más pleitos al Cabildo Municipal de la Aldea, sobre su pretensión de nombrar los oficios municipales y la justicia, bajo pena de 1000 ducados.
A pesar de todo, al año siguiente en 1636, don Antonio Alfonso de Sousa volvió a insistir reclamando sus derechos sobre el señorío de Aldea del Río, y como Felipe IV necesitaba dinero a toda costa para financiar las guerras europeas, volvió a recuperarlo por la vía de la fundación del mayorazgo.
El Mayorazgo es una institución feudal, destinada a perpetuar generalmente en los primogénitos de la familia, la propiedad de ciertos bienes (tierras, inmuebles, tributos, etc,) dejados en herencia de manera que no puedan ser enajenados por el heredero, que venía obligado a transmitirlos a su sucesor intactos.
Por ello en 1636, don Antonio Alfonso de Sousa y Guzmán, fundó el "Mayorazgo de la Villa de Aldea del Río" con todos los derechos y prerrogativas que conlleva el mayorazgo, entre los que figura la posesión del título nobiliario de "Señor de la Villa de Aldea el Río"
Don Pedro Isidro Alfonso de Sousa, fue el último señor de la Villa de Aldea del Río, dado que las Cortes de Cádiz abolieron los mayorazgo y señoríos en 1820 y finalmente en 1836 ya en las postrimerías del reinado de Fernando VII y don Pedro Isidro murió en 1850.
Las armas de esta varonía, del noble linaje de la Casa de los Sousa y por tanto de los Señores de la Villa de Aldea del Río son: Escudo cuartelado en forma de aspa. En el primer y cuarto cuartel, se sitúa en campo de gules un castillo de oro donjonado, mazonado de sable y adjurado de azur, que son las armas reales de la corona de Castilla.
En el segundo y tercer cuartel, en campo de plata se sitúan las cinco quinas que son las armas reales de la corona de Portugal, es decir cinco escudos de azur, puestos en souter o aspa, cargados cada uno de ellos con cinco roelas de plata. Las roelas o dineros simbolizan las diferentes comarcas, lugares, fincas o propiedades del título nobiliario.
Finalmente en el jefe o parte superior del escudo, se sitúa una corona de Señor.
Este ha sido el escudo de armas del Mayorazgo o Señorío de la Villa de Aldea del Río, durante los siglos XVII, XVIII y XIX y considero que de él, se deberían haber sacado los símbolos que configuran el "triángulo entado en punta o parte inferior" del actual escudo de Villa del Río.
En el censo de Ensenada, de 1750 se enumeran algunas de las propiedades que los Señores de la Villa de Aldea del Río, poseían en dicha población, tales como la casa solariega, molino harinero, almaza, Pósito, tierras de labor, pastos, olivares, tributos, alcabalas, etc., una verdadera fortuna que constituía la base o fundamento del mayorazgo.

6.5.4. EL ESCUDO DE ARMAS DE LOS SEÑORES DE LA VILLA DE ALDEA DEL RIO.

Juan Bernier introdujo en la punta del escudo, el símbolo heráldico de la Casa de Hernán Armijo de Souza, capitán de Fernando III, que venció a los moros en la batalla de la Vega, hacia 1235, y en cuyo recuerdo se le denominó al lugar "La Vega de Armijo", al poco tiempo de la conquista del castillo de Qauria-al-Wad (Villa del Río), mediante un triángulo curvilíneo "entado en punta", con el vértice superior "caído" es decir situado en el tercio inferior del escudo. Las armas de ese noble linaje son un escudo portugués en campo de oro (amarillo) con tres barras de gules (rojo-bermellón).
Según Alfonso Porras de la Puente, el señorío de Villa del Río, procede del mismo linaje pero de distinta varonía, es decir de la que don Vasco Alfonso de Sousa, familiar de la reina doña María de Portugal, esposa de Alfonso XI de Castilla, las armas de la varonía de éste linaje son escudo cuartelado en sotuer o forma de aspa. En el primer y cuarto cuartel, se sitúa en campo de gules, un castillo de oro donjonado, mazonado de sable y adjurado de azur, que son las armas reales de la corona de Castilla. En el segundo y tercer cuartel, en campo de plata, las cinco quinas de Portugal, o escudo de azur, puestos en sotuer y cargados cada uno con cinco roelas e plata.
Por ello, en la tramitación para la legalización oficial de Escudo Heráldico de Villa del Río, debe corregirse la varonía del linaje de los Sousa, colocando en el "triángulo curvilíneo entado en punta y caído", las armas últimamente referidas de Castilla y Portugal, de D. Antonio Alfonso de Sousa y Guzmán, I Señor de la Villa de Aldea del Río, proviene como antes he referido de la varonía de don Vasco Alfonso de Sousa, Alcaide y Justicia Mayor de Córdoba, Señor de Castil-Azur (Puente Genil) en el año 1366.

DESCRIPCION DEL ESCUDO HERALDICO DE VILLA DEL RIO

Escudo terciado en Faja, triangulo entado en punta y caído: Sobre el Jefe, Corona Real Cerrada.
En el Jefe, en campo de azur, una Estrella de plata de ocho puntas.
En la Faja, en campo de azur un Puente de oro.
En la Punta, en campo de plata, Rió de tres fajas de azur ondeadas.
Triángulo entado en punta y caído con las armas de las familia señorial escudo cuartelado en souter o forma de aspa. En primer y cuarto cuartel, en campo de gules un castillo de oro donjonado, mazonado de sable y adjurado de azur.
En el segundo y tercer cuartel, en campo de plata cinco escudos de azur, en souter cargados cada uno de cinco roelas de plata.

Heráldica de Villa del Río

EL ESCUDO MUNICIPAL

Autor: Rafael Agüera Espejo-Saavedra
Fuente: Revista de Feria 2003

Navegando por Internet he tropezado con una web, que firma el "Club de Internautas de Villa del Río", en la que se tratan diversos aspectos relacionados con la vida, la historia, la economía y la actualidad de nuestro pueblo. No cabe duda de que, en principio, estamos ante una iniciativa interesante a la que deseamos larga trayectoria, si bien sería deseable que, con el transcurso del tiempo y con la experiencia que éste aporta, experimente una notable mejoría no solo en su aspecto técnico sino, lo que es mucho más importante, en la calidad y en el rigor de sus contenidos que, por el momento, dejan bastante que desear.
Ha llamado especialmente mi atención el apartado dedicado al Escudo Municipal del que literalmente se afirma: "Villa del Río tramita oficializar su armería. La Real Academia de la Historia ha propuesto que sea cortado. El primer cuartel, de azur, puente de cuatro arcos, de plata, sostenido por ondas de plata y azur, en jefe lucero de plata. Segundo de oro, cuatro fajas de gules... etc."
Según he podido constatar, nuestra Corporación Municipal no tiene actualmente en trámite ninguna gestión, ante ningún Organismo, relacionada con su escudo, por lo que mucho me temo que la "noticia" del párrafo anterior carece de todo fundamento y más bien, se trata de la simple copia de una información, bastante errónea por cierto, incluida en una publicación por fascículos del diario "Córdoba", titulada "Los Pueblos de la Provincia", aparecida en 1995. Precisamente a este tipo de desaciertos o errores me refiero al recomendar al "Club de Internautas de Villa del Río" un mayor rigor en sus informaciones.
Con arreglo a mis noticias, el Ayuntamiento solicitó en su día (1983) a la Real Academia de la Historia la aprobación del Escudo Municipal que, desde entonces, viene utilizando, para cuyo diseño contó con el asesoramiento del polifacético académico cordobés Don Juan Bernier Luque, quien aconsejó se incluyera, entado en punta, un cuartel con las armas que él supuso correspondían al linaje Sousa, el cual había ostentado durante casi dos siglos el Señorío de nuestra Villa. Lamentablemente el Sr. Bernier, tan digno de elogio por otros conceptos, no conocía la Historia de nuestro pueblo ni se detuvo a investigarla, por lo que las armas que recomendó (en campo de oro, cuatro fajas de gules) nada tienen que ver con los auténticos Señores de Villa del Río, es decir los Alfonso de Sousa de Portugal, descendientes directos de la Casa Real portuguesa, que pasaron a Castilla, al servicio del Rey Fernando III "El Santo" y tomaron parten en la conquista de Córdoba en 1236. Sus armas, por consiguiente, no son otras que las propias de la corona portuguesa, o sea: Escudo cuartelado en aspa, 1º y 3º, en campo de gules, un castillo, de oro, 2º y 4º, en campo de plata, cinco escudetes, de azur, puestos en cruz, cargado cada uno de cinco bezantes, de plata, puesto en aspa (Quinas de Portugal).
Para disipar cualquier duda sobre el particular, se adjunta (Fig 1.) reproducción de una litografía que contiene las "Armas de los Sousa Señores de la Villa del Río" que procede del libro titulado "Panegírico Historial Genealógico del al Familia de Sousa", impreso en Córdoba el año de 1696,del que me ha sido facilitado fotocopia por la Biblioteca Nacional.
Además, esta anomalía ya había sido detectada por el Cronista local y académico don José Luis Lope y López de Rego, según se desprende de su articulo "Fundación del Mayorazgo de la Villa del Aldea del Río en 1636", publicado en la Revista de Feria de 1993, y asimismo la denuncia la también Cronista Oficial, mi buen amiga y excelente investigadora, doña Catalina Sánchez García en su obra titulada "El Río, de Aldea a Villa. La lucha por la libertad" que contiene, de forma exhaustivamente documentada, la verdadera historia del Señorío con toda clase de detalles sobre el origen, titularidad, pleitos y otras vicisitudes hasta su extinción en 1820, con motivo de la abolición de régimen señorial por las Cortes del Reino, por lo que recomiendo su lectura a todas las personas interesadas en ampliar sus conocimientos sobre el tema.
Establecido, pues, sin ningún género de dudas, el grueso error histórico que arrastre el Escudo actual, y que sería más que suficiente para su descalifación, debo añadir que su uso nunca fue autorizado por la Real Academia de la Historia, la cual hace ya bastante años que transfirió las competencias sobre esta materia a la Comunidad Autónoma Andaluza quien por Decreto 14/1995 reguló el procedimiento para la aprobación de escudos heráldicos, banderas y otros símbolos de las entidades locales de nuestra Región.
Con arreglo a los criterios técnicos fijados por la Junta de Andalucía, ajustados al arte y ciencia de blasonar, el escudo de dichas entidades locales ha de ser "rectangular, cuadrilongo y redondeado en su parte inferior, siendo sus proporciones seis de alto con cinco de ancho" circunstancias que tampoco se cumplen en el modelo actual, ya que no sólo no guarda dichas proporciones sino que, además es, apuntado en su parte inferior.
Otro elemento que llama la atención bajo el punto de vista de la ortodoxia heráldica es el puente que figura en el mismo y no por el puente en sí, con cuya inclusión estoy plenamente de acuerdo, sino por su inadecuado tamaño, que no se ajusta a la plenitud requerida, y porque, según parece, pretende reproducir a nuestro querido puente romano, osea a un momento concreto, cosa que la normativa vigente recomienda evitar, debiendo ser sustituido por una representación de tipo genérico.
Nos hallamos, pues, ante una situación en la que, como continuación al escrito presentado con fecha 13 de Agosto de 1999 por los Cronistas Oficiales, la mencionada Dña. Catalina Sánchez García y su esposo D. Francisco Pinilla Castro, me permito sugerir a nuestro Ayuntamiento que, en el momento que lo considere más oportuno, estudie la conveniencia de alcanzar un acuerdo relativo a la adopción de un Escudo Municipal, debidamente legitimado para su uso con arreglo a la norma legal en vigor, aprovechando la oportunidad para presentar un nuevo diseño que refleje la auténtica realidad histórica de nuestro pasado y que sea respetuoso, al mismo tiempo, con el que, de facto, viene siendo utilizado como símbolo heráldico del pueblo desde hace ya bastante años, con los mismo retoques necesarios para adecuarlos al arte y ciencia de blasonar. Pueden contar, desde luego, nuestras Autoridades con mi total y desinteresado asesoramiento con la preparación y tramitación del oportuno expediente.
¿Y cual sería el diseño más adecuado? La respuesta a esta cuestión puede inferirse de cuanto llevo expuesto, es decir que en mi opinión, respetuosa siempre con posibles otras mejor fundadas, el Escudo Municipal de Villa del Río debiera ser partido, figurando en el primer cuartel las armas del antiguo linaje señorial, reproducidas sin alteración, y en el segundo las actuales del Municipio, sin bordadura, evitando así cualquier confusión entre unas y otras tal y como establece el Decreto 14/1995 de la Junta de Andalucía. Dicho diseño es el que refleja el dibujo adjunto (Fig. 2), en el que he utilizado el rallado heráldico para marcar sus esmaltes y colores, y cuya descripción es la siguiente: Escudo partido, 1º cuartelado en aspa, 1º y 3º, en campo de gules, un castillo de oro. 2º y 4º, en campo de plata, cinco escudetes, de azur, puestos en cruz, cargado cada uno con cinco bezantes de plata, puestos en aspa (Armas de los Alfonso Sousa de Portugal). 2º, en campo de azur, un puente, al natural, sostenido por ondas, de azur y plata, y superado de una estrella, de plata, e cinco radios (Armas del Municipio). Al timbre corona real española cerrada.
Entiendo que ante la eventualidad de introducir un cambio en el Escudo Municipal nuestros ediles puedan sentirse legítamente preocupados por el posible costo de la operación, ya que para los recursos disponibles, siempre escasos, no faltarán nunca otras necesidades que se estimen de mayor interés o urgencia, pero creo poder tranquilizarles al respecto ya que dicho cambio, según es práctica común con respecto a los siglos heráldicos anteriores, no supone que haya que modificar o suprimir ninguno de los Escudos existentes en la actualidad, los cuales pueden y deben conservarse como testimonio de su época, y sólo en los sucesivo se iría incorporando el nuevo en la medida que vayan agotándose las existencias de impresos, uniformes u otros elementos que incorporen el anterior. La misma norma es aplicable en el caso de edificios o servicios municipales existentes, los cuales pueden mantener la heráldica anterior, mientras que la nueva sólo se aplicaría en el caso de futuros edificios o reformas de los actuales. Por otra parte no parece deban producirse gastos inherentes a estudios o diseño, por cuanto que mi propuesta, que, en su caso, debe ser sometida a información pública, dando así opción a que se manifiesten todas las opiniones existentes al respecto, no pretende un cambio radical del Escudo existente sino tan sólo su adaptación a la verdad histórica, las reglas y normas de la heráldica y al cumplimiento de la legalidad vigente. No olvidemos que la propia Junta de Andalucía, a través de su ya citado Decreto 14/1995, proclama que con esta norma se pretende "reafirmar la autonomía de las corporaciones locales(...) buscando aunar la afirmación del carácter de cada entidad y el enriquecimiento de su patrimonio cultural con el respeto a las normas de unas ciencias, Heráldica, Vexilogía y Sigilografía, de fértil tradición y pujanza".

Rayado Heráldico:
Cuando no pueden reproducirse los blasones con sus colores naturales se utiliza este sistema, en el que la posición de las rayas determina el metal o color que representan. En el proyecto de nuevo Escudo de Villa del Río corresponden los siguientes:
- Blanco, representa al metal plata y su color es el mismo (blanco)
- Punteado, representa al metal oro (amarillo)
- Rayas verticales, representa al color heráldico gules (rojo)
- Rayas paralelas, representa al color heráldico azur (azul).

MUSEO ARQUEOLOGICO MUNICIPAL

MUSEO MUNICIPAL

EL EDIFICIO

El museo se encuentra ubicado en el castillo de Villa del Río, en la torre de poniente, anexa a las instalaciones del actual Ayuntamiento. Nos detendremos brevemente a realizar una valoración histórica del edificio del Museo.

(Nota web: el Museo se encuentra en la actualidad en el Centro Cultural Casa de las Cadenas)

En un manuscrito hallado en el Archivo de Villa del Río, fechado en 1866, se hace una breve reseña histórica y una descripción de la capacidad y topografía del edificio, que en el siglo XVI era la parroquia del lugar -ubicada en lo que hoy es actual Ayuntamiento-. Asimismo se señala que la parroquia está construida en un antiguo castillo arábigo del siglo XI, llmado Carid Guad, del que habla en su "Geografía Arábiga" el geógrafo e historiador Xerif Aledris -transcrito directamente del original-. Fue conquistado posteriormente en el reinado de Fernando III el Santo, hacia 1235-1236, y adjudicado con sus tierras contiguas al descendiente de Villaverde La Alta y Baja, don Fernán Ruiz de Aguayo, señor del Valle de Iguña, en las montañas de Santander, el cual ayudó al rey en esta empresa de reconquista con peones, pendón y caldera, es decir, procurándole soldados de infantería, enseña e intendencia.

En el año 1350 ya había algún pequeño poblado alrededor del castillo, como consta en la "Genealogía de la Casa de Cabrera de Córdoba", en la que se dice que adjudicaron en dote a doña Urraca Alfón de Viedma casas del lugar de Aldea del Río, pedáneo de Córdoba. Posteriormente, el Señorío de Aguayo donó la torre de poniente del castillo en 1424 -precisamente donde hoy se encuentra el museo histórico municipal - para ubicar en su interior una iglesi, que atendiese las necesidades de culto de los pocos vecinos que poblaban la zona.

Sin embargo, será a primeros de agosto de 1530, por carta otorgada en Córdoba por Francisco de Aguayo, cuando se ceda al completo toda la superficie del castillo para parroquia. Aunque no se erigió como tal hasta 1537, en tiempos del obispo de la diósesis don Leopoldo de Austria. Esta transformación, según consta en el citado documento, leteralmente se describe de la siguiente manera:

"...Y la torre cuadrada de oriente se destinó a Presbiterio; su capacidad es de unos ocho metros: y el patio del castillo se destinó a cuerpo de iglesia; su capacidad, un paralelogramo de unos 22m. de ongitud y unos 10 de latitud: y a la 2ª torre de Poniente quedó destinada para baptisterio, y así lo está con capacidad de unos 8 metros en su interior: por las paredes de este edificio tiene un espesosr de 3 metros...".

En 1866 la parroquia queda pequeña para el volumen de población que la Villa iba adquiriendo -tenía por aquel entonces más de mil vecinos-. Por este motivo se proyecta realizar una ampliación hacia el norte del mismo edificio, lo que era "Plataforma murada sobre el río Guadalquivir". Pero esta ampliación nunca se llevó a cabo.

Hasta comienzos del año 1914, el edificio fue propiedad de la jurisdicción eclesiástica, y a partir de entonces pasó a ser propiedad del Ayuntamiento, inaugurándose, a principios de 1915, como nuevo Mercado de San Pedro, para más tarde, ser restaurado y albergar la Casa Conssitorial, inaugurada en septiembre de 1986.

La torre de Poniente, por su parte, está formada por cuatro muros perimetrales realizados en argamasa de cal y canto, con un espesor medio de 1,30 m. y revestidos con piedra molasa de Montoro. Forma un recinto rectangular de 4,20 m. por 8,20 m., cubierto con bóvedas vahídas de rosca, que se apoyan en estos muros y en un arco central que divide , a su vez, están hechas con fábrica de ladrillo con relleno de plementaría.

En un extremo de la torre se encuentra la escalera de piedra con bóveda de cañón en varios tramos, en fabrica de ladrillo macizo, que forma el hueco e la escalera por donde se accde a la primera planta y desde esta primera planta sale otra escalera queconduce simultáneamente, a través de un ajimez, hacia l aizquierda al Paso de Ronda, sobre la derecha a la planta superiror de la torre, hoy cubierta de la misma.



LOS FONDOS

Cuenta con fondos de Paleontología, y Arqueología, repartidos en siete vitrinas, numeradas y ordenadas cronológicamente.

Fondos de Paleontología

Vitrina de mesa nº1:

Durante miles de millones de años, este planeta que ahaora consideramos como nuestro, se econtró dominado por seres completamente distintos de los actuales; gracias a los procesos de fosilización, odemos hoy conocer esas páginas de la historia que nadie sino la propia tierra (Gaya), por ser testigo permanente, ha podido redactar. En esta vitrina encontramos restos vegetales y animales de seres que vivieron en Andalucía y que tras miles de millones de años nos descubren los secretos de un pasado que ningún hombre pudo conocer.

Fondos de Arqueología

LA PREHISTORIA abarca desde la aparición del hombre hasta la invención de la escritura, unos 2 millones de años aproximadamente.

Vitrina de pared nº2:

El Paleolítico. Se denomina así al periodo que va desde la aparición del hombre hasta el Neolítico. Durante el paleolítico se talla la piedra para fabricar herramientas encaminadas a ser utilizadas por el hombre en su vida diaria -para cazar y como armas defensivas-. Como materia prima se utiliza principalmente el sílex y la cuarcita. El hombre del paleolítico busca su supervivencia mediante el carroñeo, la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres. En asentamientos de la zona tenemos constancia de este periodo. Contamos, como representación de piedra tallada, con una pieza de formas triédricas encontrada en las inmediaciones de la zona.

El Neolítico (6000-3000 a C.) Es un periodo de cambios profundos. En cuanto a los útiles o herramientas, se sustituye la piedra tallada del periodo anterior por la pulientada, diversificándose según su utilización en formas y tamaños distintos. El hombre delNeolítico da un paso hacia adelante basando su supervivencia en la domesticación de animales (ganadería, cabra, oveja), y en el control de las semillas (agricultura, trigo, cebada). Además de seguir con modos de vida de la etapa anterior, en este periodo se difunde la cerámica y los textiles. Hay asentamientos de pidra pulimentada bien representados en la zona, destacando el Cerro de la Higuera y el Cañaveral.

Vitrina nº3:

El Calcolítico. (iii milenio-comienzos del II milenio a C.). El hombre comienza a utilizar los metales, sin olvidar la piedra pulimentada. Aparecen nuevas formas de cerámica, formas globulares; destacan, para el grano, los molinillos y moledras, los grandes platos, las puntas de flecha y lanza... Este periodo está bien representado en el cerro de las Verdejas.

El Bronce Final. (Finales del II milenio- s. VI a C.). En este periodo se produce un proceso de cambio lento, que modifica estructuralmente los sistemas organizativos, aunque conritmos y características diferentes en cada ámbito territorial. Contamos con algunas escudillas de fondo aplanado, cerámica común, puntas de flecha y de lanza... Tenemos asentamientos representativos en la zona de la Aragonesa y la Veguilla.

Periodo Orientalizante. La aparicion de materiales de oriegen oriental en ámbitos indígenas permitió a los investigadores definir este periodo, que correspondería con el horizonte cultural que las fuentes literarias griegas transmiten como Tartesos. Contamos con algunos fragmentos de cerámica en el asentamiento del arroyo de Andujar.

Perido Ibérico. (S. VI-II a.C.). Durante los mil años anteriores a nuestra era se desarrollan por primera vez en suelo peninsular sociedades urbanas, incorporándose así al ámbito cultural del Mediterráneo. este fenómeno, uno de los más importantes de nuestra historia, fue protagonizdo por dos culturas de gran personalidad: La Tartésica y su natural continuación la Ibérica. La cultura Ibérica es una mexcla de la cultura autóctona e la zona , (continuadora de la civilización tartésica) y elementos orientalizantes e indoeuropeos. Destaca la cerámica pintada,un sello de bronce de tipología poco conocida y las urnas funerarias destinadas a depositar las cenizas y los restos óseos del difuntodespuésde la incineración. Hay asentamientos Ibéricos enla zona de Las Moraillas, La Cruz de Castillejo y el cortijo de Las Moras.

LA HISTORIA abarca desde la invención e la escritura hasta nuestros días. Discurre desde el momento enque se hace alusión a sociedades poseedoras de culturas avanzadas enlas fuentes clásicas hasta que Roma las arrastra a una experiencia inequívocamente histórica.

Vitrinas nº 4 y 5:


Periodo Romano. La etapa romana es la más representativa en la zona y, por consiguiente, también en el museo. No olvidemos que la Corduba romana fue una de las ciudades del Imperio con mayor reconocimiento político, intelectual y artístico. Destaca en nuestro término un bellísimo puente romano, además de asentamientos importantes, fruto de una fuerte implatación rural, potenciada por la riqueza agrícola de la zona yel paso de una de las vías de comunicación más importantes de la Hispania romana, la vía Augusta. Contamos en nuestro museo con cerámica de cocina, lucernas, pesas de telar, bronces, lacrimales, además de un epígrafe funerario del siglo III (encontrado en el asentamiento del camino del Granadillo). Los asentameintos están bien represntados desde el siglo I al IV.


Vitrina nº6:

Periodo Hispanovisigodo.( s. V-VII d. C.). En el siglo V d. C., el panorama cambió profundamente; con la crisis del imperio romano se pusieron las bvases de la llamada antigüedad tardía, dando paso al periodo Visigodo. Contamos con un candil de cronología tardoantigua o Visigoda de tipología poco conocida hasta la fecha, solo tenemos referencias de otros dos aparecidos en Cercadilla (Córdoba) y en el norte de Africa; contamos además con hebillas de cinturón, atalaje de carro y elementos procedentes de ajuares funerarios como jarritas de cerámica...



Periodo Hispanomusulmán. (s. VIII-XIV d. C.). Al igual que la cultura romana, la musulmana arraigó cuando Córdoba era la capital de Al-Andalus, una ciudad de gran importancia política, intelectual y artístia. Las artes de Al-Andalus representan uno de los capítulos más brillantes de las culturas que se superponen durante siglos en la Península Ibérica. Alarifes, artesanos, orfebres y artistas de todo género crearon obras y estilos que todavía se ven reflejados en los gustos y tradiciones. Las artes islámicas medievales contituyen aún hoy uno de los elementos más siginificativos d enuestra identidad culural que dejaron su impronta en los asentamientos cercanos a nuestro entorno. Ateníendonos a los materiales encoantrados, tenemos contancia de poblameitos musulmanes cercanos a nosotros, habitados desde el periodo Califal hasta los siglos XIV-XV. Contamos conpiezas arqueológicas representativas como vasijas vidriadas, mieladas, y bronce como los dedales de talabartero...

Vitrina de mesa nº7:

Numismática. Al principio no existía la moned, el trueque en especie era la forma de cambio. Con la aparición del excedente se hizo necesaria la utilización de la moneda. En esta vitrina hay expuestas monedas. Ibéricas, Romanas, Visigodas, Arabes y Castellanas. La moneda es muy importante en arqueología como soporte inalterable de ls distintas secuencias de la historia.

A MODO DE CONCLUSION

Desde el museo intentamos que se valore en su justa media los restos arqueológicos, ya que son las piezas que conforman el "puzle" para interpretar la historia no escrita de nuestro pasado. Para escolares, se organizan visitas guiadas en las que se le explica el museo, y en nuestro ánimo está la idea de llevar a la práctica el proyecto pedagógico que se presentó en su día, con actividades varias como visitas explicativas a asentamientos de la localidad pra, cn el tiempo, irradiar esta actividad a otros yacimientos arqueológicos de la provincia.

Valorando la idea de arqueología, yacimiento arqueológico, pieza arqueológica, patrimonio arqueológico y analizando los efectos negativos del saqueo de piezas y tráfico de las mismas, conseguiremos educar a las generaciones venideras en el respeto a nuestro patrimonio histócico-arqueológico y así evitar su destrucción.


Ubicación del Museo:
Casa de las Cadenas
Villa del Río (Córdoba)
Tlf: 957.177.017
FAX: 957.177177
Email: oijvilladelrio@hotmail.com

Horario de Visitas:
Lunes a Viernes: 9-14 h. solicitándolo en las oficinas municipales.
Sábado: 18 a 20 h. (en invierno) y de 19,30 a 21,30 h. (en verano).
Domingos: 11 a 13 h.