VILLA DEL RÍO (Córdoba)

Villa del Río es un pueblo situado en la parte oriental de la provincia de Córdoba, justo en el límite con la de Jaén. Dista 52 kilómetros de la capital por la autovía de Andalucía, y tiene una altitud de 168 metros sobre el nivel del mar. El término municipal ocupa una extensión de 21,7 kilómetros cuadrados.




Pertenece a la comarca del Alto Guadalquivir, esta localidad goza de una privilegiada situación, ya que está ubicada a caballo entre la sierra y la campiña baja de la provincia de Córdoba. Tiene una población de 7.495 (año 2005), y su economía está basada en el olivar, las tierras de regadío y el importante sector industrial de la madera, artes gráficas y la fotografía.




VISTA GENERAL

Buena Estrella
El mejor mirador sobre Villa del Río es la cercana colina o Cerro del Morrión, nombre que el diccionario da a la "armadura de la parte superior de la cabeza, hecha en forma de casco, y que en lo alto suele tener un plumaje o adorno". Así que es en este cerro como un casco, ya no defensivo, sino contemplador, en cuya falda blanquea, a modo de adorno, la ermita de la Virgen de la Estrella, la querida patrona que, según cuenta la leyenda, fue encontrada en los albores de la modernidad por los segadores bujalanceños.

Es Villa del Río un pueblo con buena estrella. Puerta oriental de Córdoba, por la que entra la carretera, al ferrocarril y el río, se ajusta el caserío, de forma aplatanada- pueblo caminero al fin -, a los ceñidos límites que le marcan el Betis, el tren y la vieja carretera; la nueva, despoblada en autovías, ha buscado al norte horizontes más abiertos, liberando así a la Villa de turbadores ruidos que alteren su sosiego.

A los pies de la ermita patronal, ante la que montan guardia tres cipreses, se extiende mansamente el pueblo. Blanquea a las afueras los nuevos barrios: Jesús, San Carlos, María Auxiliadora; dialogan por encima de los tejados la rojiza torre parroquial y las esbeltas chimeneas de las viejas almazaras; y aunque no se perciben desde este mirador, se intuye la plaza luminosa y alargada de la Constitución, cuya fortaleza medieval devenida en iglesia y mercado al correr de los tiempos, ha rescatado del olvido y la ruina el arquitecto Lope de Rego, para integrarlas en un ayuntamiento hermoso y singular por su acumulada monumentalidad, como no hay otro en toda la provincia.


La bruma fluvial difumina en azulados grises, propios de la paleta de Pedro Bueno, la sierra de lontananza. Y hasta es posible imaginar, en un cercano transistor, la calidad voz paternal de Matías Prats narrando el gol de Zarra.

(FSM)