(Catalina Sánchez García)
Fuente: Revista de Feria de 1997
De Atila, rey de los hunos, se decía que por donde pisaba su caballo no volvía a crecer la hierba.
Si a una los años y su modestísima cultura no la hubieran vuelto un tanto escéptica, creería a pie juntilla que desde hace cuarenta años, poco más o menos, a nuestros entrañables fantasmas locales (al del Castillo de la Aragonesa, al de la Calle la Estrella, al de la Casa del Tesoro, al de la Calle los Molinos, al de la Huerta del Solo, al de la Casa del "Asombro"...) se les había unido el de ATILA, porque no otra explicación racional tiene la sistemática destrucción que durante este tiempo se ha perpetrado (salvo honrosa excepción) con nuestro patrimonio histórico.
A las pruebas me remito:
- Milenarias Aceñas árabes: Destrucción parcial y abandono.
- Entorno del Castillo: Derribo del histórico molino de Santa Marta y mansión de los Fernández Castillejo-Cerezo.
- Capilla de Jesús: (antes San Roque). Sin comentarios.
- Puente de tres Ojos: Sepultado.
- Jardín del Lirio: ¿Dónde esta?
- Fachada de la Tercia: Parcialmente destrozada.
- Pozo de la Ermita: Sepultado.
- Pozo de la calle de la Estrella: Sepultado.
- Depósito de agua y árboles centenarios de la estación de Renfe: Destruidos los primeros y talados de raíz los segundos por los arboricidas.
- Fuentes públicas: Desaparecidas.
- Fachadas de casas solariegas de Calle las Aguas: Derribadas.
- Fachada del Cementerio. Sustituida por una especie de cajón con puerta cuya altura hace pensar que está diseñada para que la franqueen dinosaurios a vez de personas normales; pues, aunque afortunadamente las nuevas generaciones han aumentado de talla, todavía no he visto a ningún villarrense con cuatro metros.
- Monumento funerario de la pared norte del mismo, de los Marqueses de Blanco Hermoso. Derribado y sus piedras arrojadas a la escombrera.
- Chimenea de la Oleu: "A tomar viento a farola de Cádiz."
- Real Cárcel de la Aldea y Villa del Río con quinientos años de historia: También se la llevó la piqueta y fue sustituida por otro engendro.
- Fuente del Anzarino, cuatro veces centenaria: ¿Dónde está?
En las páginas de esta revista, año tras año, gentes amantes de la cultura y de la historia de nuestro pueblo han venido denunciando la incuria, abandono o destrucción de nuestro acervo artístico, histórico y urbanístico. Hoy quiero unir mi protesta a las suyas refiriéndome a las dos últimas reseñadas: la Cárcel Real y la Fuente del Anzarino.
Estoy segura que cuando asisten a una exposición de pintura, conferencia, cine, teatro o cualquier manifestación de índole cultural o educativa, de las que se celebran en al Casa de la Cultura, pocos jóvenes villarenses sabrán que pisan sobre el solar de lo que fue habitación de una doliente minoría: la Real Cárcel; y que la calle en que se ubica, (que desde el advenimiento de la democracia se llama Guadalquivir; Víctimas del Marxismo de 1939 a 1978; Sotomayor en 1927), durante más de tres centurias (yo la tengo documentada desde 1705) ostentó su genuino nombre: Cale de la Cárcel; aunque posiblemente sean bastantes más, puesto que su nombre indisolublemente está unido a la ubicación de la Real Cárcel.
Pero aunque sólo fueran los trescientos años documentados, me parece que es solera suficiente para que nuestros queridos ediles (pasados y presentes) se hubieran palpado las vestiduras antes de cambiar un nombre indisolublemente unido, como se ha dicho, a la historia de nuestro pueblo, aunque se refiera, eso sí, a la memoria menos grata de la misma. Conservar sólo los nombres y testimonios de las cosas amables tiene el riesgo de dejar la historia mutilada, (y así nos ha ido).
Me parece maravilloso que lo que fue Cárcel se transformase en Casa de la Cultura, (ojalá ocurriera lo mismo en todas las del planeta¡ Señal que de la humanidad se había por fin humanizado- valga la redundancia-) pero he dicho transformar, como se hizo con el Castillo, pero no destruir.
Cuentan que cuando el Obispo y Cabildo Catedralicio cordobés mostraron al Emperador Carlos V la flamante Catedral, construida dentro de la Gran Mezquita Aljama, (para cuya edificación hubo de derribar parte de la misma en contra del criterio del Consejo de Córdoba) en Monarca, consternado al contemplar la barbarie, no pudo menos que exclamar: "Habéis destrozado una cosa que era única en el mundo para construir lo que se puede encontrar en cualquier parte".
Y era cierto, pero el reconocerlo tardíamente no evitó el hecho consumado.
Parafraseando a Don Carlos, salvando las distancias, y aún sabiendo que ya no tiene remedio, yo también digo a quien corresponda: "Habéis destruido un edificio histórico para construir en su solar uno vulgar, que desde el punto de vista estético y urbanístico se da de bofetadas con el entorno.
¿Es que no había en Villa del Río casas y solares anodinos para construir la Casa de la Cultura, que había que cargarse un edificio tan importante de nuestra historia local como lo fue la Real Cárcel?"
En cuanto al segundo punto ¿qué se ha hecho del Prado de las Lagunas (propiedad del Ayuntamiento) donde se ubicaba el camino, lugar y Fuente del Anzarino?
Mi inquieta terriblemente la negligencia de haber dejado perder (¿o todavía es recuperable?), la querida, cuatro veces centenaria y emblemática, Fuente villarrense del Anzarino o Lanzarino (deformación de Nazareno), máxime cuando además del servicio que dio a la Aldea durante cuatrocientos años, estaba ubicada en otro lugar histórico de la misma; el de la Picota donde el Señor de la Aldea exhibía a los ajusticiados.
Mi tía-abuela Cesárea "la Vieja", y Rosario "la de Pesetas", ancianas en la década de los cuarenta, siempre que atravesaban el puente que hay debajo de la vía del ferrocarril, para ir a la fuente del Anzarino, se santiguaban. Como yo les acompañaba, les preguntaba que por qué lo hacían, y me respondían que por las almas de los hombres que allí habían muerto. Con las vivencias infantiles de mis siete y ocho años, yo interpretaba que aquellos hombres a los que ellas se referían habrían sido atropellados por el tren o tal vez cosidos a puñaladas, que eran las formas de muerte violenta (junto con ahogarse en el río o por fusilamiento), que yo conocía.
En esta creencia he estado hasta que he hallado documentos en los que se había de que en el Prado de las Lagunas, del Camino Real de la Aldea de Córdoba, estuvo instalada la Picota (en el montículo donde hoy se asienta el cortijo del Carmen). Cuando tuve estos papeles entre mis manos comprendía rápidamente que los hombres por los que rezaban aquellas venerables ancianas habían muerto en un Patíbulo y que este triste recuerdo había llegado a ellas de generación en generación por vía oral.
Así que aquél "chorro cristalino -cantarín y refrescante- alivio del caminante- que lo encentran en su camino", que dijo Salvador, nuestro juglar local, aliviaría la reseca garganta de los ajusticiados antes de que la soga se la destrozara.
Confortados por el llanto que mansamente fluía del venero, la silueta de la casita de la Fuente, y sus umbrosas moreras sería la última visión que contemplaran sus doloridos ojos antes de posarse en los verdes prados del Señor.
Y a nosotros, y a los que nos sucedan ¿qué nos queda para contemplar?
Ojalá que esta denuncia, junto con las que han precedido, sirva para que todos tomemos conciencia de las raíces que nuestra historia y se ponga coto, de una vez por todas, a la destrucción de los escasos referenciales históricos, arquitectónicos y urbanísticos que nos han quedado.
Sueño con desterrar el fantasma de Atila y que un día no muy lejano, villarenses jóvenes y menos jóvenes vuelvan a transitar por el camino del Anzarino, bajo el puente de ferrocarril a solazarse en una recuperada Fuente rodeada de árboles y que tengan un piados recuerdo tanto para los que la erigieron como para los fuenteros y los que junto a ella murieron.
Fuente: Revista de Feria de 1997
De Atila, rey de los hunos, se decía que por donde pisaba su caballo no volvía a crecer la hierba.
Si a una los años y su modestísima cultura no la hubieran vuelto un tanto escéptica, creería a pie juntilla que desde hace cuarenta años, poco más o menos, a nuestros entrañables fantasmas locales (al del Castillo de la Aragonesa, al de la Calle la Estrella, al de la Casa del Tesoro, al de la Calle los Molinos, al de la Huerta del Solo, al de la Casa del "Asombro"...) se les había unido el de ATILA, porque no otra explicación racional tiene la sistemática destrucción que durante este tiempo se ha perpetrado (salvo honrosa excepción) con nuestro patrimonio histórico.
A las pruebas me remito:
- Milenarias Aceñas árabes: Destrucción parcial y abandono.
- Entorno del Castillo: Derribo del histórico molino de Santa Marta y mansión de los Fernández Castillejo-Cerezo.
- Capilla de Jesús: (antes San Roque). Sin comentarios.
- Puente de tres Ojos: Sepultado.
- Jardín del Lirio: ¿Dónde esta?
- Fachada de la Tercia: Parcialmente destrozada.
- Pozo de la Ermita: Sepultado.
- Pozo de la calle de la Estrella: Sepultado.
- Depósito de agua y árboles centenarios de la estación de Renfe: Destruidos los primeros y talados de raíz los segundos por los arboricidas.
- Fuentes públicas: Desaparecidas.
- Fachadas de casas solariegas de Calle las Aguas: Derribadas.
- Fachada del Cementerio. Sustituida por una especie de cajón con puerta cuya altura hace pensar que está diseñada para que la franqueen dinosaurios a vez de personas normales; pues, aunque afortunadamente las nuevas generaciones han aumentado de talla, todavía no he visto a ningún villarrense con cuatro metros.
- Monumento funerario de la pared norte del mismo, de los Marqueses de Blanco Hermoso. Derribado y sus piedras arrojadas a la escombrera.
- Chimenea de la Oleu: "A tomar viento a farola de Cádiz."
- Real Cárcel de la Aldea y Villa del Río con quinientos años de historia: También se la llevó la piqueta y fue sustituida por otro engendro.
- Fuente del Anzarino, cuatro veces centenaria: ¿Dónde está?
En las páginas de esta revista, año tras año, gentes amantes de la cultura y de la historia de nuestro pueblo han venido denunciando la incuria, abandono o destrucción de nuestro acervo artístico, histórico y urbanístico. Hoy quiero unir mi protesta a las suyas refiriéndome a las dos últimas reseñadas: la Cárcel Real y la Fuente del Anzarino.
Estoy segura que cuando asisten a una exposición de pintura, conferencia, cine, teatro o cualquier manifestación de índole cultural o educativa, de las que se celebran en al Casa de la Cultura, pocos jóvenes villarenses sabrán que pisan sobre el solar de lo que fue habitación de una doliente minoría: la Real Cárcel; y que la calle en que se ubica, (que desde el advenimiento de la democracia se llama Guadalquivir; Víctimas del Marxismo de 1939 a 1978; Sotomayor en 1927), durante más de tres centurias (yo la tengo documentada desde 1705) ostentó su genuino nombre: Cale de la Cárcel; aunque posiblemente sean bastantes más, puesto que su nombre indisolublemente está unido a la ubicación de la Real Cárcel.
Pero aunque sólo fueran los trescientos años documentados, me parece que es solera suficiente para que nuestros queridos ediles (pasados y presentes) se hubieran palpado las vestiduras antes de cambiar un nombre indisolublemente unido, como se ha dicho, a la historia de nuestro pueblo, aunque se refiera, eso sí, a la memoria menos grata de la misma. Conservar sólo los nombres y testimonios de las cosas amables tiene el riesgo de dejar la historia mutilada, (y así nos ha ido).
Me parece maravilloso que lo que fue Cárcel se transformase en Casa de la Cultura, (ojalá ocurriera lo mismo en todas las del planeta¡ Señal que de la humanidad se había por fin humanizado- valga la redundancia-) pero he dicho transformar, como se hizo con el Castillo, pero no destruir.
Cuentan que cuando el Obispo y Cabildo Catedralicio cordobés mostraron al Emperador Carlos V la flamante Catedral, construida dentro de la Gran Mezquita Aljama, (para cuya edificación hubo de derribar parte de la misma en contra del criterio del Consejo de Córdoba) en Monarca, consternado al contemplar la barbarie, no pudo menos que exclamar: "Habéis destrozado una cosa que era única en el mundo para construir lo que se puede encontrar en cualquier parte".
Y era cierto, pero el reconocerlo tardíamente no evitó el hecho consumado.
Parafraseando a Don Carlos, salvando las distancias, y aún sabiendo que ya no tiene remedio, yo también digo a quien corresponda: "Habéis destruido un edificio histórico para construir en su solar uno vulgar, que desde el punto de vista estético y urbanístico se da de bofetadas con el entorno.
¿Es que no había en Villa del Río casas y solares anodinos para construir la Casa de la Cultura, que había que cargarse un edificio tan importante de nuestra historia local como lo fue la Real Cárcel?"
En cuanto al segundo punto ¿qué se ha hecho del Prado de las Lagunas (propiedad del Ayuntamiento) donde se ubicaba el camino, lugar y Fuente del Anzarino?
Mi inquieta terriblemente la negligencia de haber dejado perder (¿o todavía es recuperable?), la querida, cuatro veces centenaria y emblemática, Fuente villarrense del Anzarino o Lanzarino (deformación de Nazareno), máxime cuando además del servicio que dio a la Aldea durante cuatrocientos años, estaba ubicada en otro lugar histórico de la misma; el de la Picota donde el Señor de la Aldea exhibía a los ajusticiados.
Mi tía-abuela Cesárea "la Vieja", y Rosario "la de Pesetas", ancianas en la década de los cuarenta, siempre que atravesaban el puente que hay debajo de la vía del ferrocarril, para ir a la fuente del Anzarino, se santiguaban. Como yo les acompañaba, les preguntaba que por qué lo hacían, y me respondían que por las almas de los hombres que allí habían muerto. Con las vivencias infantiles de mis siete y ocho años, yo interpretaba que aquellos hombres a los que ellas se referían habrían sido atropellados por el tren o tal vez cosidos a puñaladas, que eran las formas de muerte violenta (junto con ahogarse en el río o por fusilamiento), que yo conocía.
En esta creencia he estado hasta que he hallado documentos en los que se había de que en el Prado de las Lagunas, del Camino Real de la Aldea de Córdoba, estuvo instalada la Picota (en el montículo donde hoy se asienta el cortijo del Carmen). Cuando tuve estos papeles entre mis manos comprendía rápidamente que los hombres por los que rezaban aquellas venerables ancianas habían muerto en un Patíbulo y que este triste recuerdo había llegado a ellas de generación en generación por vía oral.
Así que aquél "chorro cristalino -cantarín y refrescante- alivio del caminante- que lo encentran en su camino", que dijo Salvador, nuestro juglar local, aliviaría la reseca garganta de los ajusticiados antes de que la soga se la destrozara.
Confortados por el llanto que mansamente fluía del venero, la silueta de la casita de la Fuente, y sus umbrosas moreras sería la última visión que contemplaran sus doloridos ojos antes de posarse en los verdes prados del Señor.
Y a nosotros, y a los que nos sucedan ¿qué nos queda para contemplar?
Ojalá que esta denuncia, junto con las que han precedido, sirva para que todos tomemos conciencia de las raíces que nuestra historia y se ponga coto, de una vez por todas, a la destrucción de los escasos referenciales históricos, arquitectónicos y urbanísticos que nos han quedado.
Sueño con desterrar el fantasma de Atila y que un día no muy lejano, villarenses jóvenes y menos jóvenes vuelvan a transitar por el camino del Anzarino, bajo el puente de ferrocarril a solazarse en una recuperada Fuente rodeada de árboles y que tengan un piados recuerdo tanto para los que la erigieron como para los fuenteros y los que junto a ella murieron.