Jamás me creí poeta, pero hay un algo cósmico que me envuelve, emociona, conmueve. Momentos que, en irisados contrastes, se me elevan imperiosos y que quiero plasmar en páginas, tal vez, sin lectores, pero que eternizarán bellezas agridulces de mis días.
Y desde esta mi nada, algo de mi "poesía" para mis paisanos, siempre tolerantes y agradecidos.
HAN pasado cinco otoños... No, ya seis. Doblan de nuevo las campanas. Empieza el mes de ánimas. Llega un año más el Día de los Difuntos.
Y volveré a encender la chimenea, y el romero y el tomillo crisparán de
olores la llama, y los perolistas retornarán con sus jugosas fogatas de
siempre y un aleteo de palomas surcará mi cielo crepuscular.
¿Y tú, amor, regresarás? No, te fuiste para siempre, y me dejaste un árbol
y, en sus ramas altas, puedo leer tu nombre.
Es la historia de nuestros sueños que el susurro de la lluvia me trae y
me lleva en un puñado de diáfanas nostalgias.
Y cuando el viento sopla se torna eco que se eleva hasta el negro, negrísimo
yermo, y desciende y penetra dulce, suave, beso, caricia... en la nevada
colmena que late y late por las celdillas, mieles de mi corazón.
Y esculpido quedó en las hojas duras de los chaparrales, por entre las
montañas grandes, por dónde nace el arco iris, por dónde corren los sueños,
por dónde nace y muere el sol.
Doblan de nuevo las campanas. Empieza el mes de ánimas. Llega un año más
el Día de los Difuntos.
Y hojas que vuelan, y pájaros que emigran, y un olor a tierra. que es la
montaña, que es el valle, que soy yo, que eres tú...
No temas, amor, no doblan por ti las campanas. Sólo son música de agua
clara, sólo son latidos cálidos que se escapan de la lira que es mi alma.
Y en este mi solitario bosque de felicidad, desde que tú te fuiste...
¡sí, sí, desde entonces!, no queda más que SOLEDAD.
Isabel Agüera.
Y desde esta mi nada, algo de mi "poesía" para mis paisanos, siempre tolerantes y agradecidos.
HAN pasado cinco otoños... No, ya seis. Doblan de nuevo las campanas. Empieza el mes de ánimas. Llega un año más el Día de los Difuntos.
Y volveré a encender la chimenea, y el romero y el tomillo crisparán de
olores la llama, y los perolistas retornarán con sus jugosas fogatas de
siempre y un aleteo de palomas surcará mi cielo crepuscular.
¿Y tú, amor, regresarás? No, te fuiste para siempre, y me dejaste un árbol
y, en sus ramas altas, puedo leer tu nombre.
Es la historia de nuestros sueños que el susurro de la lluvia me trae y
me lleva en un puñado de diáfanas nostalgias.
Y cuando el viento sopla se torna eco que se eleva hasta el negro, negrísimo
yermo, y desciende y penetra dulce, suave, beso, caricia... en la nevada
colmena que late y late por las celdillas, mieles de mi corazón.
Y esculpido quedó en las hojas duras de los chaparrales, por entre las
montañas grandes, por dónde nace el arco iris, por dónde corren los sueños,
por dónde nace y muere el sol.
Doblan de nuevo las campanas. Empieza el mes de ánimas. Llega un año más
el Día de los Difuntos.
Y hojas que vuelan, y pájaros que emigran, y un olor a tierra. que es la
montaña, que es el valle, que soy yo, que eres tú...
No temas, amor, no doblan por ti las campanas. Sólo son música de agua
clara, sólo son latidos cálidos que se escapan de la lira que es mi alma.
Y en este mi solitario bosque de felicidad, desde que tú te fuiste...
¡sí, sí, desde entonces!, no queda más que SOLEDAD.
Isabel Agüera.