(Antonio Lara Quero)
Fuente: Revista de Feria de 1991
Me encontré con Beppo en la primavera del año 1983 en Barcelona, estaba sentada en un taburete de un bar con su vaso de tinto, su cigarrillo negro, su boina y la mirada perdida en la lejanía de las Ramblas; tal y como era característico en ella, tras el saludo y la sorpresa del encuentro me comentó donde se hospedaba, cuyo relato voy a describir de la forma más exacta posible, porque uno de los perfiles más característicos y pocos conocidos de Beppo era su afán de aventura en los viajes:
"Estoy viviendo en el Hotel Europa a dos pasos de las Ramblas, uno de estos simpáticos y pequeños hoteles de tercera categoría que abundan en Barcelona y, aunque frecuentado sobre todo por viajantes y modestos hombres de negocios, tienen bastante personalidad y encanto. Este por ejemplo, tiene una mezcla de habitaciones de la época 1910, comodísimas, con muebles de caoba y paredes con pintura color marfil, muy brillante, y edredones rojo oscuro y muchas luces, y otras claras y modernísimas, más pequeñas, que habían crecido como "champignons"; yo elegí siempre las primeras.
Las habitaciones dan sobre calles estrechas, pero detrás hay una vista formidable, que no llama la atención a nadie excepto a mí, y yo siempre corro a una ventana del pasillo o al retrete para verla.
Figúrate un gran jardín con tres enormes adelfas tan altas como olmos centenarios y con flores blancas, unos restos de balaustradas de piedra del siglo XVIII y palomas blancas, y, a lo lejos de unos tejados, se ve el resto de una columna que parece el mástil de un barco, aquello resultó ser el puerto; una vista para soñar días enteros.
Todo esto resultó para mí muy caro y he tenido que buscar, con gran pena, una habitación en una fonda de la calle Valencia que me pareció iba a ser muy aburrida, es decir, con clientes estudiantes de medicina (pues a mí siempre me han aburrido sobremanera los estudiantes, bueno, diremos en un intento de diplomacia con poquísimas excepciones).
El ambiente de la entrada me gustó, así que pasé cerca de una hora en persuadir a la patrona para me alquilara el cuarto, ya que no quería "mujeres"; la convencí de que yo no era de esas que planchan y se meten en la cocina, y, por fin, consistió en alquilarme un gran dormitorio alegre con dos camas, una me sirvió para maletas y libros. La habitación daba a una gran galería que a su vez daba a un patio grande como una plaza. Yo, incluso, estoy un poco triste de estar en un sitio con clientes estudiantes de medicina y a quince minutos andando de las Ramblas en vez de a dos pasos.
Pero casi enseguida me di cuenta que la cosa no era como las aburridas corrientes, sino como si saliese de una novela del gran Dostoiesky. La patrona pasa casi todo el día en la cama, (se levanta y se acuesta), una cama enorme, cubierta de una colcha de piel y retratos de familia en todas partes con enormes dorados y muebles antiguos, restos de glorias pasadas.
A las seis de la tarde se levanta definitivamente y desaparece de casa hasta las once o las doce de la noche.
La criada aparece y desaparece silenciosamente, delgadísima, vestida de harapos con largo pelo grisáceo colgando despeinado, rarísima, y en la cocina, muy rudimentaria y triste se la oía a todas horas hablando sola, pero largas conversaciones, y riendo a carcajadas. Descuidaba y todo tienen manos de hada y cose maravillas; un ambiente verdaderamente dostoieskiano.
Me he enterado que las misteriosas salida al atardecer de mi patrona tienen una explicación sencilla y más bien enternecedora: toma un taxi y va a buscar montones de periódicos y revistas que venden un puesto al aire libre (sin kiosco) en un barrio alejado. Le ayuda el otro inquilino (ya no joven) hijo de médico y hermano de una señora que dicen millonaria con una casa cerca de la pensión, llena de muebles antiguos de gran precio.
Esta última le otorga una pensión pero lo visto no le basta.
¿No te parece mi casa muy dostoieskiana?
¡Y yo creía que me iba a aburrir¡ Al contrario, me encantó. Lástima que no esté más cerca e mi querido puerto. Me está resultando un viaje "formidable" ".
Fuente: Revista de Feria de 1991
Me encontré con Beppo en la primavera del año 1983 en Barcelona, estaba sentada en un taburete de un bar con su vaso de tinto, su cigarrillo negro, su boina y la mirada perdida en la lejanía de las Ramblas; tal y como era característico en ella, tras el saludo y la sorpresa del encuentro me comentó donde se hospedaba, cuyo relato voy a describir de la forma más exacta posible, porque uno de los perfiles más característicos y pocos conocidos de Beppo era su afán de aventura en los viajes:
"Estoy viviendo en el Hotel Europa a dos pasos de las Ramblas, uno de estos simpáticos y pequeños hoteles de tercera categoría que abundan en Barcelona y, aunque frecuentado sobre todo por viajantes y modestos hombres de negocios, tienen bastante personalidad y encanto. Este por ejemplo, tiene una mezcla de habitaciones de la época 1910, comodísimas, con muebles de caoba y paredes con pintura color marfil, muy brillante, y edredones rojo oscuro y muchas luces, y otras claras y modernísimas, más pequeñas, que habían crecido como "champignons"; yo elegí siempre las primeras.
Las habitaciones dan sobre calles estrechas, pero detrás hay una vista formidable, que no llama la atención a nadie excepto a mí, y yo siempre corro a una ventana del pasillo o al retrete para verla.
Figúrate un gran jardín con tres enormes adelfas tan altas como olmos centenarios y con flores blancas, unos restos de balaustradas de piedra del siglo XVIII y palomas blancas, y, a lo lejos de unos tejados, se ve el resto de una columna que parece el mástil de un barco, aquello resultó ser el puerto; una vista para soñar días enteros.
Todo esto resultó para mí muy caro y he tenido que buscar, con gran pena, una habitación en una fonda de la calle Valencia que me pareció iba a ser muy aburrida, es decir, con clientes estudiantes de medicina (pues a mí siempre me han aburrido sobremanera los estudiantes, bueno, diremos en un intento de diplomacia con poquísimas excepciones).
El ambiente de la entrada me gustó, así que pasé cerca de una hora en persuadir a la patrona para me alquilara el cuarto, ya que no quería "mujeres"; la convencí de que yo no era de esas que planchan y se meten en la cocina, y, por fin, consistió en alquilarme un gran dormitorio alegre con dos camas, una me sirvió para maletas y libros. La habitación daba a una gran galería que a su vez daba a un patio grande como una plaza. Yo, incluso, estoy un poco triste de estar en un sitio con clientes estudiantes de medicina y a quince minutos andando de las Ramblas en vez de a dos pasos.
Pero casi enseguida me di cuenta que la cosa no era como las aburridas corrientes, sino como si saliese de una novela del gran Dostoiesky. La patrona pasa casi todo el día en la cama, (se levanta y se acuesta), una cama enorme, cubierta de una colcha de piel y retratos de familia en todas partes con enormes dorados y muebles antiguos, restos de glorias pasadas.
A las seis de la tarde se levanta definitivamente y desaparece de casa hasta las once o las doce de la noche.
La criada aparece y desaparece silenciosamente, delgadísima, vestida de harapos con largo pelo grisáceo colgando despeinado, rarísima, y en la cocina, muy rudimentaria y triste se la oía a todas horas hablando sola, pero largas conversaciones, y riendo a carcajadas. Descuidaba y todo tienen manos de hada y cose maravillas; un ambiente verdaderamente dostoieskiano.
Me he enterado que las misteriosas salida al atardecer de mi patrona tienen una explicación sencilla y más bien enternecedora: toma un taxi y va a buscar montones de periódicos y revistas que venden un puesto al aire libre (sin kiosco) en un barrio alejado. Le ayuda el otro inquilino (ya no joven) hijo de médico y hermano de una señora que dicen millonaria con una casa cerca de la pensión, llena de muebles antiguos de gran precio.
Esta última le otorga una pensión pero lo visto no le basta.
¿No te parece mi casa muy dostoieskiana?
¡Y yo creía que me iba a aburrir¡ Al contrario, me encantó. Lástima que no esté más cerca e mi querido puerto. Me está resultando un viaje "formidable" ".