(Francisco Pérez Daza)
Fuente: Revista de Feria de 1998)
Sin criterio sólido ni pensamiento previo no hay inspiración; ésta es consecuencia del trabajo, que alcanza las cotas más elevadas en las manifestaciones plásticas; la creatividad de aquellos ceramistas parece como si resucitara de pronto en este candil de cronología tardoantigua.
Todos los pueblos conquistadores posteriormente aprenden y aplican formas tomadas de las naciones que conquistan. Las artes representan uno de los capítulos más brillantes de las culturas que se superponen durante siglos en la Península Ibérica. Artesanos, orfebres y artistas de todo género crearon obras y estilos que aún se ven reflejados en los gustos y en múltiples labores populares. Las artes constituyen aún hoy uno de los elementos más significativos de nuestra identidad cultural.
La antigüedad tardía es una época de cambios profundos. Ciertamente, muchas de las antiguas instituciones desaparecen, otras se transforman, la cultura sigue bebiendo en las fuentes clásicas para expresar y adaptarse a una nueva realidad. La arqueología ha desvelado, en parte algunas interrogantes, pero aún faltan muchos estudios para conocer a fondo la realidad de esta antigüedad tardía. Sólo los materiales arqueológicos ayudan a explicar determinados aspectos de la sociedad o la cultura hispana bajoimperial.
El arte tardoantiguo o visigodo desarrollado, es ya medieval y, por tanto, entre posclásico y anticlásico. La fase de conjunción entre la cultura tardorromana pagana y cristiana y la visigoda se produce en el siglo VI; el siglo VII es el momento de máxima creatividad, y entre 711 y 720, aproximadamente, puede considerarse radicalmente aniquilada la cultura visigoda a mano de los invasores árabes.
Siempre las formas de uso cotidiano dependieron de la economía, la religión, el clima, etc; asimismo en las fases posteriores aparecen nuevas estructuras derivadas precisamente de aquellas bases fundamentales, cuando estas formas han tenido origen antiguo, si este es artístico, se ha ido enlazando con las nuevas formas sin tratar de eliminar a las anteriores.
En los alrededores de Villa del Río existen pocos asentamientos de cronología tardoantigua o visigoda. Sin embargo, tenemos al otro lado del Guadalquivir y a la izquierda de la carretera de la Fuensanta, un sentamiento romano reutilizado en tiempos posteriores. Al realizar unas labores agrícolas apareció una lucerna o candil de una tipología no conocida hasta el momento, sólo tenemos referencias de esta tipología en dos piezas aparecidas en el yacimiento de Cercadilla (Córdoba) y otra en el norte de África.
Depositado en nuestro museo arqueológico se encuentra hoy este bello y raro candil o lucerna que, en forma de palmatoria de platillo, presenta un cuerpo cónico de 105 mm. de diámetro superior, 60 mm de diámetro inferior a base y 35 mm de altura. En la parte superior presenta un roto que correspondería al asa y en la parte opuesta, sobre el filo, el pico para sostener la mecha frente al agujero de luz, éste de un diámetro irregular de 25 mm y en la parte superior del depósito el agujero de alimentación, éste de 23 mm.
Como decíamos anteriormente, es poco frecuente esta tipología. Quizás siguiendo las formas de las lucernas romanas, estos candiles más funcionales, más sencillos al poderlos hacer a torno serían adoptados en algunos lugares. Aquí en la Península Ibérica su utilización es escasa y sus formas como decimos poco conocidas. Su cronología puede fecharse a finales del siglo VI y principio del siglo VII.
Fuente: Revista de Feria de 1998)
Sin criterio sólido ni pensamiento previo no hay inspiración; ésta es consecuencia del trabajo, que alcanza las cotas más elevadas en las manifestaciones plásticas; la creatividad de aquellos ceramistas parece como si resucitara de pronto en este candil de cronología tardoantigua.
Todos los pueblos conquistadores posteriormente aprenden y aplican formas tomadas de las naciones que conquistan. Las artes representan uno de los capítulos más brillantes de las culturas que se superponen durante siglos en la Península Ibérica. Artesanos, orfebres y artistas de todo género crearon obras y estilos que aún se ven reflejados en los gustos y en múltiples labores populares. Las artes constituyen aún hoy uno de los elementos más significativos de nuestra identidad cultural.
La antigüedad tardía es una época de cambios profundos. Ciertamente, muchas de las antiguas instituciones desaparecen, otras se transforman, la cultura sigue bebiendo en las fuentes clásicas para expresar y adaptarse a una nueva realidad. La arqueología ha desvelado, en parte algunas interrogantes, pero aún faltan muchos estudios para conocer a fondo la realidad de esta antigüedad tardía. Sólo los materiales arqueológicos ayudan a explicar determinados aspectos de la sociedad o la cultura hispana bajoimperial.
El arte tardoantiguo o visigodo desarrollado, es ya medieval y, por tanto, entre posclásico y anticlásico. La fase de conjunción entre la cultura tardorromana pagana y cristiana y la visigoda se produce en el siglo VI; el siglo VII es el momento de máxima creatividad, y entre 711 y 720, aproximadamente, puede considerarse radicalmente aniquilada la cultura visigoda a mano de los invasores árabes.
Siempre las formas de uso cotidiano dependieron de la economía, la religión, el clima, etc; asimismo en las fases posteriores aparecen nuevas estructuras derivadas precisamente de aquellas bases fundamentales, cuando estas formas han tenido origen antiguo, si este es artístico, se ha ido enlazando con las nuevas formas sin tratar de eliminar a las anteriores.
En los alrededores de Villa del Río existen pocos asentamientos de cronología tardoantigua o visigoda. Sin embargo, tenemos al otro lado del Guadalquivir y a la izquierda de la carretera de la Fuensanta, un sentamiento romano reutilizado en tiempos posteriores. Al realizar unas labores agrícolas apareció una lucerna o candil de una tipología no conocida hasta el momento, sólo tenemos referencias de esta tipología en dos piezas aparecidas en el yacimiento de Cercadilla (Córdoba) y otra en el norte de África.
Depositado en nuestro museo arqueológico se encuentra hoy este bello y raro candil o lucerna que, en forma de palmatoria de platillo, presenta un cuerpo cónico de 105 mm. de diámetro superior, 60 mm de diámetro inferior a base y 35 mm de altura. En la parte superior presenta un roto que correspondería al asa y en la parte opuesta, sobre el filo, el pico para sostener la mecha frente al agujero de luz, éste de un diámetro irregular de 25 mm y en la parte superior del depósito el agujero de alimentación, éste de 23 mm.
Como decíamos anteriormente, es poco frecuente esta tipología. Quizás siguiendo las formas de las lucernas romanas, estos candiles más funcionales, más sencillos al poderlos hacer a torno serían adoptados en algunos lugares. Aquí en la Península Ibérica su utilización es escasa y sus formas como decimos poco conocidas. Su cronología puede fecharse a finales del siglo VI y principio del siglo VII.