A nuestra Señora de la Estrella

La auténtica devoción a la Virgen María, la Virgen de la Estrella, no debe ser nunca un sentimentalismo estéril, rutinario y vacío, ni tampoco una costumbre, una credulidad vacía, sino que debe gestarse y surgir de una auténtica fe, que nos lleva a reconocer y aceptar plenamente esas excelencias de la Madre de Dios, que debe impulsarnos a un verdadero amor filia hacia nuestra Madre la Virgen de la Estrella e imitar sus excelsas virtudes. Pero no podemos olvidar que ese sentimiento pasajero, o sentimentalismo tanto humano como religioso, sólo demuestra una total falta de madurez humana y espiritual, y tenemos que hacer de esta advocación -de la Estrella- algo esencial en nuestra devoción. Pero son muchos los que ponen su énfasis en la mera propaganda de amor a María todo lo largo de sus muchas imágenes, y consideran que lo importante es ese aspecto secundario de la mera representación de una imagen.
No podemos permitirnos aquellos que creemos, que solamente esa imagen de María tiene virtudes curativas o poderes sobrenaturales. Tenemos que tener en cuenta que en nuestro pueblo latino, late un individualismo que coloca su impronta y marca, y queremos que aparezca "lo nuestro" en todas las devociones y advocaciones, dándole nuestro propio e individual sentido cual exclusividad.
He mencionado la Fe en María Virgen, sea cual su advocación. Pero ¿nos hemos interrogado alguna vez sobre lo que es realmente esa Fe?, y aquí se trata ya de aquella definición que aprendimos los mayores del "Ripalda", ya que esa Fe no es creer en aquello que no vemos, aunque no debemos olvidar aquellas palabras que Cristo le dirigió a Tomás una vez resucitado.
El concepto de Fe tiene una respuesta tanto filosófica como teológica. Bajo este aspecto, la Fe es un asentimiento intelectual al contenido de la Revelación, y una sumisión "libre" a la palabra divina. Es un abandonarnos totalmente confiados en el amor en Cristo, pero... ¿se da realmente ese abandonarse total en el amor de Cristo?.




Tenemos que aceptar unas realidades que no podemos comprobar; la eternidad y el misterio de Dios uno y trino, que la admitimos por el testimonio de Cristo, y, a decir verdad, no contamos con otra cosa. La Fe es un constante peregrinar, y no ese acto de aceptación, es vivir constantemente en esa triple actitud de aceptación, sumisión y abandono en el amor de Cristo.
Las cofradías o hermandades de nuestra Madre la Virgen, constituyen una multitudinaria manifestación y expresión de nuestra Fe y la devoción a María Santísima. Con respecto a esto, el gran psicólogo V.C. Frank nos dijo que "todo sentimiento masivo popular necesita de folklore igualmente popular par su expresión", pero como tal folklore se da en otras muchas manifestaciones, y lo cierto es que lo religioso no escapa de esta ley psicológica, y esos sentimientos masivos y populares, a los cuales es muy proclive nuestro pueblo andaluz, alegre, espontáneo, vivo y multicolor, apasionado y, algunas veces un tanto fanático (Romería del Rocío) tenemos que confesar que en honor a la verdad, nunca resulta puro, que no está libre de posibles errores, y así, puede ocurrir, que ciertas o muchas personas se sumen a esa manifestaciones multitudinarias de la Fe de un pueblo por simple curiosidad, por pasarlo distraído, etc. No obstante, una gran mayoría lo hacen con un pleno sentido de autenticidad. Nosotros los cristianos con auténtica Fe, y con un sentido elevado y profundo, tenemos que hacer de nuestros hogares un pequeño templo y santuario en donde deseamos hacer presente a nuestra Madre María Santísima y a su hijo Cristo.
Con respecto a nuestra Madre María Santísima, se dan dos maneras de enfocar nuestra devoción: Iª Considerarla casi exclusivamente como algo fuera y distante, fuera del área existencial de nuestras realidades humanas. No obstante, y a mi modesto juicio, creo que a la Santísima Virgen deberíamos de considerarla más cercana de nosotros los cristianos. Como persona más redimida y miembro de una iglesia sometida a las condiciones socio-económicas-culturales de aquellos tiempos mucho peores de los de hoy. Todo ello y algo más nos la sitúa más cerca y dentro de todos los creyentes.
María fue una mujer de su tiempo. Vivió en una aldea pequeña y con gentes sencillas llamada Nazaret, y que trabajaban del campo. Probablemente serían analfabetos, todos o casi todos. Vivió en una sencilla y humilde morada, y la Virgen Santísima como mujer y madre, se ocuparía de todas las faenas de la casa, y descansaban sobre el piso terrizo cubierto con unas esteras y, muchas cosas más propias de una familia pobre. María vivió entre sus gentes como una mujer más. Pero es mucho más lo que se podría decir sobre todo esto.

Autor: JOSE SALGUERO CARRERA (Crítico nacional y internacional)
Fuente: Revista de las XXIV Jornadas Culturales y Religiosas en Honor de la Stam. Virgen de la Estrella Coronada de Villa del Río. 2003.