El Horno Romano de Villa del Río

(Francisco Pérez Daza)
Fuente: Revista de Feria de 1996

En la revista de feria de 1988, publiqué la existencia de un horno de cerámica romana, al N.O. de Villa del Río. Casi en las mismas paredes, detrás del Cementerio hay vestigios de un asentamiento poblacional ibero romano que se extiende desde la carretera de la Vega hasta el terraplén formado por la ribera izquierda del Guadalquivir (Coordenadas: 376,6/546,5) donde pueden verse esparcidos los restos antiguos: Fragmentos de ladrillos, y tegulae romanas, cerámica ibérica pintada a bandas y terra seguillata clara, A y D (form a54) Este poblamiento fue ocupado posiblemente hasta el siglo IV después de Cristo .
En 1987, se hizo una prospección arqueológica superficial de urgencia por Pilar Alcain Martínez y Francisco Godoy Delgado , con motivo del trazado de la Autovía de Andalucía, que a su paso por los puentes que salva el río, destruyó parte del asentamiento y con él, el horno romano, posiblemente único ejemplar en buen estado que conozcamos hasta ahora, aunque hay indicios de otro de las misma características en el mismo terraplén totalmente destruido.
Al tiempo de conocer su existencia, lo fotografié y lo medí, como si un presentimiento me anunciara su próxima desaparición: hoy vuelvo a retomar el tema con estos elementales esquemas , para que quede constancia de que aquí, en este lugar que siempre se ha llamado "Los Tejares", por la presencia de esta industria milenaria, llegando hasta nuestros días el viejo oficio de trabajar el barro. Hoy lo sigue trabajando Juan Cantero Moreno, el último alfarero y quizás con él se rompa la magia de este noble arte que tanto representó en el desarrollo cultural del Valle del Guadalquivir.
Desde el punto de vista físico, solo desde hace escaso tiempo la arqueología estudia con detenimiento las particularidades de los centros alfareros y todas aquellas circunstancias que rodean los trabajos preliminares, antes de la cocción, tales como la extracción de la arcilla, su preparación, mezclas y otras implicaciones.
De la extracción de la arcilla no tenemos referencias antiguas. Hay que suponer, como evidencian los restos del mismo alfar, que la extracción de la tierra no se realizó siempre en el mismo lugar, ya que las muestras recogidas no responde ni en el color, ni la pasta a la misma arcilla.
Por otra parte tampoco disponemos de estudios sobre el transporte y almacenamiento de la arcilla, aunque debemos suponer la existencia de zonas cercanas con el objeto de abaratar los costes de transporte, En la instalación de un taller confluyeron pues múltiples razones, ante todo los de índole económica, Independientemente de su asociación a un número urbano, las producciones se ubicaron allí donde las condiciones físicas favorecieron dicho emplazamiento.
El tratamiento y la manipulación antes de comenzar a trabajar la arcilla, sería la depuración manual, y le seguiría la adición de agua, y para ello hay que pensar en la existencia de balsetas, según documenta ampliamente la alfarería moderna. Juan Cantero, nos informa que cuando él era aprendiz de los canteros, usaban unas pilas de unos dos metros de ancho por tres de largo y treinta y cinco centímetros de altura, para amasar la materia prima.

LAS TÉCNICAS
Las distintas operaciones realizadas con la arcilla en los alfares antes de la cocción constituyen una importante fase para la preparación del producto definitivo y se lleva a cabo con sencillos instrumentos de carácter especializado.

LAS HERRAMIENTAS DEL ALFARERO
La herramienta esencial fue la mano, hecho que introduce una marcada personalidad en todos los productos obtenidos, el agua, junto con la esteca, pieza de madera o hueso para alisar, cortar, retocar y realizar otras múltiples operaciones, que fueron elementos constantes en el trabajo del alfarero.
En su generalidad, las cerámicas romanas se fabricaron a torno, alcanzando el alfarero una enorme maestría en el trabajo. El torno de pie permite al artesano la realización de numerosas piezas en tiempos muy cortos, obteniendo piezas de extremada finura y gran belleza, con paredes delgadas y garbos variadísimos.

EL TORNO
Es este un instrumento revolucionario en este arte de la alfarería que Roma conoce desde sus primeros días "La rota figularis", estaba construida por una simple rueda de madera o piedra, girando alrededor de un eje, al que se imprimía velocidad por medio de un disco fijo a su base y que transmitía el movimiento giratorio a la plancheta superior, sobre la que se colocaba la masa de los pies, llegando a dar ciento cuarenta vueltas por minuto.

LOS HORNOS
Sin duda alguna, la operación más importante realizada en la cerámica fue la cocción, durante la cual la vasija obtiene su color definitivo y su calidad.




El horno romano consta de tres partes esenciales: Praefurnium, Cámara de fuego, Cámara de cocción.
El praefurnium sirve para la alimentación del horno y en su boca, se organiza el fuego, cuya corriente de calor a través de la cámara de combustión se distribuye hacia la cámara superior, (cámara de cocción) de modo que los productos a cocer se encuentran totalmente apartados del fuego.
El techo de la cámara de combustión, hace de suelo de la cámara de cocción, y suele estará perforado por una serie de agujeros, cuya misión es canalizar el calor de dicha cámara, desalojándose los gases y humos por diversos respiraderos situados en la parte más alta de la bóveda.
Los materiales empleados en la construcción de l horno son fundamentalmente ladrillos y barro, reutilizándose numerosos materiales desecho del propio horno. El uso al que se sometieron los hornos obligaba a un constante servicio de mantenimiento una vez realizadas las hornadas.
Las fases fundamentales eran tres, consistentes en la preparación de los materiales, el encendido y calentamiento y a continuación el enfriamiento del horno y su desalojo.
El tiro del horno se establecía mediante la entrada del praefurnium, y los orificios de evacuación mencionados, que podían obturarse o liberarse según convenía a la calidad de la hornada .

NUESTRO HORNO ROMANO
En el contexto arqueológico de nuestro horno, debemos reseñar la relativa cercanía de varios asentamientos romanos a ambos lados del curso fluvial del Guadalquivir, así como el paso de la vía Augusta junto a este lugar.
En este yacimiento que nos ocupa, aparte de la gran cantidad de material cerámico disperso como ya decíamos anteriormente, de otro horno cercano, y posiblemente habría más que han debido desaparecer por el desmoronamiento de la pared vertical que forma el terraplén, que igualmente destruiría el praefurnium de nuestro horno del que sólo se conserva la cámara de combustión, taponada bajo una gruesa capa de tierra que fue preciso retirar parte de ella para ver su estructura.




La cámara de combustión se encuentra embutida en el terreno con el evidente objetivo de evitar al máximo las perdidas de calor, y dar mayor consistencia a toda la estructura, tal como aconseja Catón , para evitar los riesgos que podría conllevar el viento sobre el tiro del horno y la cocción de las piezas cerámicas. Esta presenta una planta cuadrangular o rectangular y de un solo hogar. Se accede por una abertura dando vista a los tres arcos de medio punto que sostiene la techumbre y suelo de la cámara de cocción. Los tres arcos arrancan de un asiento o murete que no se pudo medir por la gran cantidad de tierra y restos de cerámica, pero si se midió el grosor de los arcos dando 18 cm, de grueso por 23 cm, de ancho, los tres arcos son iguales, construidos de piedras y trozos de tegula formando dovelas irregulares en torno a los 10 cm, de grosor. Entre arcos quedan formados unos rincones rectangulares que llegan hasta las paredes laterales, más profundos a la derecha y que por la gran cantidad de tierra, no puede apreciar si había porque, si observamos la fotografía, vemos que la boca de la cámara de fuego queda desplazada a la izquierda de la fachada del horno.
La cámara de cocción presenta la misma forma cuadrada o rectangular, en la que se conservan las paredes del fondo y la lateral derecha o septentrional ya que su orientación es E.O., construidas de barro endurecido por las altas temperaturas, quedando una superficie lisa como enlucida. El suelo presenta en toda su superficie cuatro hiladas de agujeros o toberas en torno a los 16 cm, de diámetro, y su misión era como decimos anteriormente hacer pasar el aire caliente de la cámara de combustión a la cámara de cocción. Es evidente que los alfareros desarrollaron un agudísimo sentido de la observación, en el cálculo de tiempos y porcentajes de calor durante la cocción y su posterior gradual enfriamiento.

LA COCCIÓN
Se pueden distinguir diversas modalidades de cocción según los factores actuantes:
La cocción oxidante produce pasta roja por la intervención del oxigeno. Es decir, con ventilación constante y presencia de aire.
La introducción en el fuego de leña verde o paja provoca humo y ennegrecimiento de las pastas, con coloraciones variadas entre los tonos grises y negruzcos.
La carencia de aire en el horno suele amarillear las pastas.
La oxidación en las pastas se consigue por término medio en torno a los 750 grados, con abundante oxígeno que origina la combustión de los componentes carbonosos y otras materias orgánicas de la arcilla.
Los restos de deshecho de los hornos suele documentar de forma cumplida los defectos debidos a la mala circulación del aire, suciedad de ambiente, amasamientos incorrectos, burbujas de aire conservadas en las pastas y un largo etcétera que sirve para comprobar algunos descuidos del difícil arte del alfarero.

Bibliografía:
- Alcain Martínez P. Y Godoy Delgado F.: Anuario arqueológico de Andalucía. Actividades e Urgencias, Sevilla, 1987, Paag 173 ss
- Beltrán Lloris, M.: Guía de la Cerámica Romana Ed. Pórtico , Zaragoza, 1990.
- Lara Fuillerat, J.M. y Camacho Cruz, C.: Hornos romanos en los términos municipales de Priego de Córdoba y Fuente Tojar, en revista ANTIQVITAS, año V, nº6 M.H.M. de Priego (Córdoba), 1990, págs. 33-52.
- Moreno Almenara, M.: Aproximación al conocimiento de las cerámicas romanas en revistas Arte y Arqueología de Córdoba, nº3, Córdoba, 1996, Págs. 31ss.
- Pérez Daza, F. Un Horno Romano en nuestro Pueblo, Revista de la Feria de Villa del Río (1988)
- Ponsich M.: Implantación Rural Antigua sobre el bajo Guadalquivir, Bujalance, Montoro, Andujar, Ed. Boccard, Madrid, 1987, Pág. 52.