ABDUL, EL ACUARELISTA TUNECINO

Autor: Marcel Sauvage. Miembro del Comité de la Prensa artística francesa.

Fuente: Catalogo de la Exposición a Beppo en Junio de 2003.

Él es un auténtico príncipe de las mil y una noches, que llegó a París en 1911. Descendiente de una gran familia con rancios títulos de nobleza, de la que él se liberaría ante todo para asegurarse a su manera, la autenticidad profunda...

Abdul Wahab...

Venía de Túnez. Joven, guapo, libre en sus andanzas y en su espíritu. Con una inteligencia y un gusto finísimos. Seductor y familiar como es dado el ser a pocos personajes.

Mientras tanto por un milagro singular, reconfortante desde diversos aspectos, es de lo más parisino entre los pintores de los que debería hablarles. Abdul Wahab, artista hoy encumbrado en el que la independencia y la nobleza generosa no tienen iguales en su extrema gentileza.

Se nace príncipe o no se es. Y en nuestros días esto no se da sin peligro.

Así, Abdul Wahab, que todo el mundo conoce a las orillas del Sena, en los ambientes en los que el arte se encuentra y se festeja, él paga por otro lado el hecho de ser príncipe y se mantiene un tanto desconocido en esto que fue, que es siempre su razón de vivir: la caja de los colores.

Para retratar un poco al personaje, su amabilidad, su parisinismo desenvuelto y placentero; habría que olvidar la discreción voluntaria del pintor, y el valor de una obra que yo coloco muy alto. Tanto más cuando su autor rehúsa imponer su obra mediante los recursos publicitarios que, en nuestros días, son de uso corriente.

No obstante, es curioso notar que al salir de las academias pictóricas parisinas -él fue discípulo de Jean Paul Laurens, entre otros maestros del momento., este pintor, en los acordes todos a la vez preciosos y ligeros en los que sucede a veces que pasan como un sueño, se apasiona enseguida con el fauvismo. Los Fauves, bajo el liderazgo de Matisse, de Vlamirck y de Devain se lo han revelado a él mismo, en la alegría de los colores, en sus fuegos artificiales pero más aún en su lenguaje de seda.

Más tarde, atraído como muchos otros jóvenes por el encantador que tendía a renovar las sugestiones de la pintura, él quiso a Picasso. Más la influencia que parece haberla absorbido de forma más afortunada es la de Pascin de quien fue -en los últimos gloriosos días de los años de entreguerras- uno de sus más alegres compañeros.

De Pascin, virtuoso con aires de gitano, él conservó una delicadeza de matiz que ni pesa ni posa, una especie de irisación - por llamarlo de laguna manera- sentimental y que se vuelve cada vez más rara, durante unos tiempos en los abstracto de los tintes brutales, inquieta, solicita, obsesiona -incluso inconscientemente- a la mayor parte de los figurativos que se quieren defender.

Abdul Wahab se mantuvo como la salvaguarda. Él posee una experiencia adquirida a partir de las fuentes clásicas, en Italia, en España, en Inglaterra, en Holanda, países en los que se establece dejándose llevar por el capricho de sus fantasías, con el fervor de un artista en el que la práctica y la curiosidad escapan a los sistemas, a las doctrinas y a las ataduras demasiado estrechas.

Las campiñas florentinas y la romanza andaluza le han sugerido calma, marcada sino retenida, al igual que las finas luces de la Île de France. ¿Cómo este norteafricano, familiar de Europa, no acabaría convertido, por discreto que fuese, en un retoño de la Escuela de París?.

Esta escuela tan diferentemente definida no podría aún saberse ni evaluar su auténtico porte, con reclutamiento internacional pero de irradiación francesa por excelencia más allá de las tentativas más aventuradas.

En el cuadro de Montparnarsse, Abdul Wahab fue así compañero de Modigliani, de Ortiz, de Zárate y de H. G. Cheval, como lo fue de Pascin y de Papazoff en ese ambiente de Montmatre. Pero más y mejor que ninguna otra cosa, se impregnó aquí y allí de una tradición que él no ha desfigurado sino que prolonga y honra.

Porque tiene sentido, el del equilibrio y l de la razón pictórica, hasta en la punta de los dedos.

De ahí le viene que antes de que nada haya preferido la ribera mediterránea a su ribera natal donde los embrujos de África, por suntuosos que puedan ser, son ardientes hasta devorar el objeto, desbordan las medidas y la retentiva de un arte que se expresa en profundidad musical más que en superficie por el empleo del semitono, el juego "mariposeante" e los matices y por una gracia más severa que, lo que dice, "cartesiana".

En efecto, el lugar de Abdul Wahab se encontraba más en el salón de las Tullerías que en el Instituto de Cartago donde aún y así expuso en los primeros tiempos. Lo que prueba que entre Túnez y París, como que entre París, Argel, Casablanca o Fez existen sutiles afinidades que para manifestarse habitualmente sobre planos diferentes no precisan ni más ni menos que de la ocasión, la gloria y una sensibilidad común.

Abdul Wahab es en este sentido un típico ejemplo.

(Traducción del francés: Carlos Chevalier Marina)

ASPECTOS DE LA VIDA Y LA OBRA DE BEPPO ABDUL WAHAB

Autor: Francisco Zueras Torrens. De la Asoc. Internacional de Críticos de Arte.

Fuente: Catálogo de la Exposición de Junio de 2003.

No es fácil, ni mucho menos, al trazar una semblanza de Beppo, para evocar su figura en este acto de homenaje, porque fue una mujer enigmática, introvertida a la hora de hablarnos a los amigos de aspectos tan fundamentales en su vida, como son la fecha de su nacimiento, el transcurrir de su infancia y el ambiente familiar. Por lo menos yo -que tanto hablé con Beppo y que tantas cosas relacionadas con el arte me contó- solamente pude saber que había nacido en Londres en un 14 de junio, sin concretar año, que su verdadero nombre era Freda, y que a los catorce años se escapó de su casa londinense con un tenor italiano, para afincarse en París e integrarse en aquel fabuloso mondo de las vanguardias artísticas de comienzos de siglo.

Yo conocí a Beppo en el verano de 1969 en el Palacio de la Magdalena de Santander en el Curso de Arte de la Universidad Internacional "Méndez Pelayo", y a lo largo de este curso y e los cuatro o cinco siguientes consolidaríamos una gran amistad. No he olvidado la impresión que me produjo cuando vi por primera vez a aquella mujer alta, flaca y desgarbada, tocada, invariablemente con una boina de terciopelo negro y un permanente cigarrillo en la esquina de los labios. Ni he olvidado la primera conversación que sostuvimos, jalonada de frases inteligentes -como de mujer extremadamente culta que era- pero también de frases mal sonantes y mordaces críticas, expresadas en un áspero español de inglesa insumisa a otras lenguas.

Beppo, orgullosamente inglesa a pesar de todo, se sentía feliz en aquel ambiente de la Universidad Internacional de Santander, de paisaje arquitectónico tan inglesado, por aquel terciopelo verde de los prados, bordeando los pinos, los abetos y los castaños, que era un lujo increíble de verdes encaramados sobre el mar y que ella saboreaba con la fruición de apasionada paisajista.

El amor de Beppo por Villa del Río, Montoro y Beas de Segura, lo extendió también a Córdoba capital, ciudad que procuraba vivir intensamente en las distintas ocasiones a la que fue. Desde la Mezquita -Catedral, para saborear su arte y su historia árabe, cultura para ella tan querida, hasta los tugurios de la calle de la Feria o Cardenal González para hablar con las pobres meretrices, tema que, además, le gustaba llevar luego al papel en estupendos dibujos de gordas mujeres desnudas.

Pasando por la taberna de "Pepe el de la Judería", donde Beppo rendía culto a otra pasión suya - la de beber vino-, y rendía culto también a otra de sus grandes amistades: la de José Giménez Aroca, conocido por medio mundo como "Pepe el e la Judería", que quería a Beppo de manera entrañable. Allí en aquella típica taberna de la calle Romero, número 1, se pasaba horas y horas nuestra Beppo, sentada en aquel romántico patio entre helechos, begonias, esparragueras, geranios y carteles taurinos.

Como escribió Camilo José Cela: "Beppo aprendió a pintar en tres manantiales de muy largas aguas: París - y sus amigos Modigliani, Pascin, Derain, Soutine, el escultor Brancusi-, su circunstancia personal, ¡qué bien hubiera estado Beppo de favorita el último emir de Almería!, y el ritmo de la naturaleza que no se cansa de mirar. Del agua y del vino de esas fuentes bebe y se nutre la pintura de Beppo, sus acuarelas y sus vinorelas por las que corre el luminoso instante que va tejiendo de la hebra de la túnica de la vida, leve como una nubecilla, un suspiro o un mal pensamiento".

Nada mejor que estas palabras de Camilo José Cela para dar fin a este emocionado recuerdo que he rendido a aquella gran Beppo que amó a esta tierra andaluza, hasta el extremo de querer que sus cenizas se fundieran con sus olivos. Un emocionado recuerdo para la que fueron sus últimos pensamientos y su última decisión de donar su obra a Villa del Río y Córdoba.

Beppo, tras haber conseguido el ver alargada su vida hasta pasados los noventa años, ha abandonado este mundo. No obstante, como contrapunto a la tristeza que nos embarga, hemos de pensar que la muerte sólo mata lo que le dejan, y que ante ciertas prerrogativas, su guadaña se mella. Matando físicamente al ser humano, pero dejándolos intacto el mito. Este es el caso de Beppo Abdul Wahab, de la que, tras haber desparramado sus cenizas por los olivares andaluces, se conservará el mito de haber sido la última representante, insólita y atractiva, dela bohemia artística de nuestro tiempo.

BEPPO EN VILLA DEL RIO

La Asociación Pedro Bueno contempla en sus estatutos, como una de sus competencias, la realización de actividades culturales que ayuden a promocionar la obra de otros artistas que tengan o hayan tenido alguna vinculación con Villa del Río.

En esta línea hemos venido trabajando para organizar la presente exposición, dedicada a la pintora Beppo (1899.1989), artista inglesa que se enamoró apasionadamente de nuestra tierra, de Andalucía, y que conoció Villa del Río de la mano de su amigo Pedro Bueno, que la invitó en los años sesenta a visitar su recientemente adquirida "Huerta del Soto", con la intención de que conociera nuestra comarca, habida cuenta de su condición de artista dedicada al tema del paisaje. Pedro le enseño los lugares más pintorescos de la zona, quedando Beppo muy impresionada por la belleza de Montoro, pueblo al que el pintor de Villa del Río denominaba "el Toledo cordobés".

A partir de estas fechas, las estancias de Beppo en la comarca del Alto Guadalquivir se van a hacer periódicas, y la correspondencia epistolar entre ambos artistas muy constante, documentándonos acerca de las inquietudes que constituyen el argumento medular de su experiencia creativa. En este sentido, podemos entresacar párrafos, que conforman un testimonio ciertamente revelador para entender sus particulares vivencias:

"(...) Es otro como tú - compara a Pedro Bueno con M. Villar, pintor catalán- y casi todos mis amigos españoles, que tienen una gran pasión por su pueblo, aunque -una vez en él- dicen que se aburren (..)".

En estos escritos va quedando reflejado el interés por nuestra tierra y sus gentes, al tiempo que se acentúa su apasionamiento por los olivares, como motivo de sus acuarelas:

"(...) Estoy cansada de ir de pueblo en pueblo sin encontrar lo que busco; por lo visto sitios como Montoro, Quesada y Puebla de Segura hay muy pocos, y me hace falta de nuevo una mina. ¿Pero, dónde? Aquí, por un lado, hay un paisaje ibérico y hermoso - se refiere a la zona noreste de la provincia de Jaén- pero tan achicharrado y pelado que no hay manera de aventurarse por las carreteras. Te hace pensar en esas películas donde se ven buitres y esqueletos en montes desérticos (...) lo que más me gusta es Chiclana de la Sierra, que veo de lejos, aquí, todos los días."

El magnifico pintor Rafael Zabalea se había ocupado de poner en contacto a Beppo con su tierra natal de Quesada, en la provincia de Jaén, a la que volvería la acuarelista inglesa una y otra vez para pintar. Desde Beas de Segura escribe a Pedro Bueno en los siguientes términos:

Hay- "(...) paisajes de colores fantásticos, pero demasiado ibérico para mí; trabajé muy mal y en Quesada -todo fue un- desastre, rompí todo, fue un error ir tan pronto, después de la muerte de Rafael! -Zabalea-, me persiguió su sombra (...) Fui hace unos días a la tan admirada Segura de la Sierra- me dijo Zabalta que era una maravilla- y no me gustó nada - paisajes de tarjeta postal-; cogí el primer coche par ala vuelta(...)"

Así, de forma directa y precisa, va describiendo Beppo sus viajes por Andalucía, al tiempo que fija esas mismas impresiones en sus acuarelas, ya que su vida de bohemia impenitente se entrega por completo en cuerpo y alma a la pintura.

Beppo murió en Madrid, el año 1989. Por expreso deseo suyo fue incinerada, y sus cenizas fueron esparcidas por sus amigos al pie de un olivo que domina una atalaya próxima a la localidad de Chiclana de Segura, en Jaén. Este fue su último viaje a nuestra tierra.

Cumpliendo sus deseos, una selecta selección de acuarelas, serigrafías y dibujos, tanto de ella como de su marido Abdul Wahab y un dibujo de su amigo Modigliani, fueron legadas para que fueses expuestas en una exposición permanente, bien en Córdoba o Villa del Río. Tenemos, pues, ante nosotros, la responsabilidad de asumir este ofrecimiento y de disponer el espacio oportuno para que se exhiban adecuadamente todas estas importantes obras.

Queremos finalmente, dejar constancia de nuestro agradecimiento al Ayuntamiento de Villa del Río, a los depositarios del legado pictórico de Beppo, que han posibilitado la oportunidad de dar a conocer la obra de esta gran pintora antes de que se constituya su propio museo, en el Centro Cultural "Casa de las Cadenas" en Villa del Río.

Eleuterio Calleja Marchal.

Presidente de la Asociación Cultural "Pintor Pedro Bueno. Paleta Azul".

BEPPO, FULGOR DE BOHEMIA

BEPPO, FULGOR DE BOHEMIA

Beppo decidió por sí misma hasta después de su muerte animal, acaecida en soledad, el 5 de febrero de 1989. Siempre se había revelado contra los condicionantes sociales que en su época tenía la mujer; su vida constituyó un reto constante por superar esta coyuntura endémica del mundo occidental.

Había dado instrucciones a su amigo Julián Avilés para que, tras su fallecimiento, su cuerpo fuese incinerado y se esparcieran sus restos en la colina más alta de un bosque de olivos, a la sombra de uno muy particular, que le había regalado años atrás su buen amigo "Juanjo", un labriego de Chiclana de Segura, el "Valle del Paraíso" privativo que Fredra Abdul Wahab creyó encontrar entre las montaraces lomas y angostos desfiladeros de las sierras de Jaén.

Beppo había nacido en Londres, el 22 de junio de 1899, en el seno de una familia de ascendencia aristocrática. Su padre era un músico, que vivía en el barrio de Hampstead. De su infancia y adolescencia casi nada sabemos, pues a los catorce años quiso romper voluntariamente con su pasado, y con la estricta educación victoriana que aún imperaba en su país, fugándose con un tenor italiano.

En lo sucesivo, su existencia quedaría condicionada por la constante presencia del Sur. Pertenece a Beppo a esa peregrina estirpe de británicos, centrífuga y meridional, que abandona la civilizada y convencional vida de la gran metrópolis, o el bucólico encanto- un tanto acaramelado- de sus dulces campiñas, para pasar la mayor parte de su vida en los cálidos, broncos y vitalistas parajes mediterráneos.

Esta topología de personajes, la del inglés que había fuera de su patria por propia voluntad -sin perder jamás su inabdicable naturaleza británica-, ha conformado una de las constantes de ese país, fundamentando la más genuina de sus peculiaridades raciales, el origen e su universalidad. Son estos individuos quienes constituyen los soportes singularizados de esa cultura, quienes definen, en suma,, sus hechos y biografías más geniales. Esta actitud, que les induce a viajar hacia las tierras ribereñas del Mediterráneo- y si es necesario, hasta los confines del mundo-, se constituye en una perseverancia histórica de esa civilización: Desde Byron, Shelley o Robert Browning en el siglo XIX, hasta D.H. Lawrence, Robert Graves, Durell o nuestro fiel coterráneo Gerald Brenan -andaluz de adopción y sentimiento, como la misma Beppo- en el XX.

No sabemos cuál fue el apasionado itinerario que Freda realizó en compañía del cantante de ópera italiano. Sin embargo, sí tenemos datos acerca de su presencia en París, a partir de 1917, fecha en que fija u residencia junto al Sena. Allí conoció al príncipe tunecino Florence Abdul Wahab, "joven, guapo, libre en sus andanzas y en su espíritu. Con una inteligencia y un gusto finísimo. Seductor y familiar como le es dado ser a pocos individuos" ( Marcel Sauvage, "Abdul, l'aquarelliste tunissien", Le Magazine de l'Afrique de Nord (Número special "Arts Ménagers", juillet-1953.), que se convertiría en su marido. Este noble norteafricano residía desde 1911 en París, adonde había acudido para satisfacer sus inquietudes pictóricas. Discípulo de Jean Paul Laurens, le apasionaba la obra de los fauves y frecuentaba la amistad de Modigliani, Pascin, Brancusi, Soutine y Van Dongen, entre otros.

Freda Clarence Lamb, tal era el nombre de soltera de nuestra pintora, tuvo ocasión de conocer a todos estos artistas, cuya obra, con el paso de los años, llegaría a constituir uno de los capítulos más relevantes de la historia del Arte Contemporáneo.

No sabemos en que fecha decidió Freda utilizar el nombre de "Beppo" para firmar sus trabajos, ni tampoco si este seudónimo fue ya usado por ella o, incluso, por su familia, con anterioridad. Lo cierto es que tal nominativo fue empleado por George Noel Gordon, mucho más conocido por su título de Lord Byron (1788-1824), para titular un precioso y festivo cuento burlesco, que había escrito durante su estancia en Italia, cuya ficción tenía lugar en Venecia, y que consideraba, en tono distendido -al estilo quattrocentista de Pulci, el creador de la epopeya burlesca, precursor de Ariosto-, los amores licenciosos de una dama, con el beneplácito final de su propio marido. Esta obra, de tono vitalista y jocoso, Beppo (1817), bien pudo sintonizar con una personalidad como la de Freda, libre, dispuesta a desembarazarse de toda atadura, rebelde, temeraria, indómita... Además, hay otra circunstancia que, casualmente, nos relaciona aún más a los dos personajes que estamos considerando: En su tiempo fueron muy censuradas las constantes infidelidades de Lord Byron, hasta el punto de que fue precisamente por esta circunstancia expulsado de Inglaterra. Una de sus amantes más libertinas fue Lady Caroline Lamb, efébica, ambigua, andrógino y que, curiosamente, tenía idéntico apellido que nuestra homenajeada.

En cualquier caso, existiese o no algún posible parentesco entre estos personajes, lo cierto es que Freda Clarence, en lo sucesivo Beppo Abdul Wahab, quiso adoptar idéntica disposición frente al mundo, dejándose levar por sus impulsos y sus pasiones, en la búsqueda de su propia identidad.

Beppo, acompañada de su marido, visitó Andalucía en los años cuarenta. Florence tenía especial interés por conocer Almería, la patria de antepasados emires familiares. Sin embargo a Beppo la cautivó el "duende" de una guitarra que en Sevilla la sedujo para el Flamenco. Abdul volvió a París, pero ella ya no quiso dejar nuestra tierra jamás. Seis años pasó en la Ciudad del Betis, metida hasta el cuello en este ambiente, apasionándose con el cante, degustando las claves constitutivas de esa característica forma de armonía, tan profunda, tan auténtica, tan racial. Al cabo dejó Sevilla; anduvo recorriendo los campos y pueblos de España, sus montes y caminos, sus valles y también sus mesones. Aprendió a conocernos como ninguno de nosotros lo haremos jamás.

Sus amigos la recuerdan como una mujer extremadamente culta e inteligente, ávida lectora, mordaz y crítica con los necios, animada conversadora, docta en entelequias, en ensueños y nostalgias... libre, enteramente libre, hasta el punto de eliminar de su vida casi todo, de manera absoluta lo superfluo. Vivía con muy poco, al final de su vida pasó hambre, pero en su existencia no había nada que justificase la más mínima cesión respecto al privativo albedrío de su libertad.

Su pintura era extremadamente sutil. Se dedicó especialmente al paisaje, considerando como objeto preferente de representación los olivos, que se convirtieron durante años en exclusivos protagonistas de sus cuadros. Beppo encendía sus ramajes, transmutaba su plúmbeo verdor en antorchas sinuosas, que entremezclaban su flama con el cielo. Erauna artista especialmente dotada para cargar de expresividad cada uno de los grafismos que definían la composición; tenía una gran capacidad de síntesis, reveladora de un activo potencial de discernimiento y de una imaginación poderosa, y sabía imprimir a sus trabajos el ritmo compositivo adecuado para dotar a la obra de movimiento, confiriéndose las precisas sugerencias sonoras, posibilitando que, desde dentro del soporte, fluyesen las fragancias consubstanciales a los motivos representados.

En el conjunto de su obra yo destacaría especialmente sus serigrafías, en las que el proceso sintético de estilización alcanza valores ciertamente excepcionales, poniendo de relieve su extrema sensibilidad para resolver el conjunto de la composición, por medio de un contenido uso del color, fomentando una mayor protagonismo de la línea de contorno y del plano monocromo, como recurso expresivo.

Beppo se ha transformado. Una placa distingue humildemente al vegetal beficiario de su predilecto bosque elevado: "Beppo, 1899-1989". Desde el subsuelo, disuelta por la lluvia y el roce de las nubes, convertida en nutritivo fermento, Beppo da vida a otra nueva vida, circula apasionada por los vasos leñosos, a través de numerosos y minúsculos tubos liberianos-inquieta, agitada, como antes la sangre fluyera por sus veras-, diluida con la savia en su circuito ascendente, hasta asomar su mirada expectante entre los brotes, con sus ojos azules al verde del olivar.

Miguel C. Clémentson Lope.

HOMENAJE A BEPPO Y ABDUL WAHAB

HOMENAJE A BEPPO Y ABDUL WAHAB

Con motivo del Legado de su Obra Pictórica al pueblo de Villa del Río

(Fuentes: Catálogo de la Exposición de Junio 2003)
Autor: Juan Calleja Relaño. Alcalde de Villa del Río.

Freda Clarence Lamb, llamada Beppo, nació en Londres el 22 de junio de 1899 y murió en Madrid, el 5 de febrero de 1989.

Allá por los años 30 se casó en París con el pintor tunecino Abdul Wahab, tomando desde entonces el nombre de Freda Abdul Wahab.

Beppo, fue una mujer muy entrañable para los que vivían la vida artística y cultural madrileña. Su presencia era habitual en el Café Gijón, y su mordaz locuacidad se hacía indispensable y querida por quienes frecuentaban esos ambientes. El café flamenco le encantaba, y le seducía de tal manera que se pasaba las horas dejada caer sobre el mostrador de la taberna Gayango con un cigarrillo entre los dedos y un vaso de vino tinto cerca de la mano; yo le acompañaba a menudo a esta taberna madrileña, donde Beppo era una institución, allí conocí con ella entre otros, a Pepe de la Matrona y a Rafael "el Gallina". Era una delicia estar con ella y oírle sus relatos en su peculiar castellano, cuyas blasfemias las decía tan elegante que parecían cumplidos.

Esta mujer se caracteriza más que por su pintura, que sin duda es muy interesante, por el gran talento que tuvo para el arte de vivir, siendo su propia vida su mejor obra de arte.

Manuel Vicent, uno de sus grandes amigos, al que le enviaba postales desde Villa del Río, en su fascinante libro "La novia de Matisse", la describe de forma tan real y natural que parece como si estuvieras con ella, en las mismas tertulias que relata el autor.

A Beppo, le apasionaban las personas sencillas y sobre todo la naturaleza. Pintaba unos paisajes con una belleza y dulzura difícil de definir. El olivo era su tema principal cuando pintaba paisajes de Montoro o Beas de Segura. Estaba enamorada profundamente de "los olivos". Unos días antes de su muerte, en una de las charlas que mantenía con ella, le comentaba, que era curioso "como podía amar de esa forma que manifestaba a un olivo"; y me decía: "Si, Juan, todas mis pasiones y amores no son sexuales, están aquí...(se señalaba la mente). Dejó escrito que cuando se muriera la incineraran, y sus cenizas se esparcieran sobre los olivos de Beas de Segura. Efectivamente, su amigo Julián Avilés, natural de este pueblo, tenía preparada la urna con sus cenizas y así se cumplió su deseo.

Nunca conocí a una mujer tan romántica como Beppo, amaba las cosas de forma inexplicable, las personificaba. Quien no la conociera bien, podría pensar que abandonó a su marido porque no le amaba; pero, sin embargo, lo tenía siempre presente. ¡Lo tenía en su obra!, obra pictórica que guardaba celosamente, y que no es lo bastante conocida, precisamente por eso, porque en sus pinturas lo tenía vivo... Recuerdo como, estando en su estudio, abrazaba y besaba las acuarelas de su marido, un gran pintor: Jilani Abdul Wahab, príncipe tunecino, que estudió en Oxford y vivió en París, fue amigo de Modigliani y Pascine, entre otros pintores impresionistas. Sus líricas acuarelas realizadas sobre el papel de arroz, son de una gran belleza, muy codiciadas por los coleccionistas.

Beppo, murió y no pudo ver de nuevo Villa del Río, como fue su deseo. Murió rodeada de sus amigos, los que le atendieron hasta el último momento: Carmina, Toni, Donato, Julián Avilés, Paquita, Luis Cañadas, Lidia Costa y algunos más.

El día antes de su muerte, el sábado 4 de febrero de 1989, mantuve una larga e inolvidable conversación con Beppo. Me volvió a recordar a gente de mi pueblo, a Jesús Montes, Juan Solís, Juan A. Marín "el mister", a don Juan "el cura", a José Luis Mañas (que la llevaba a ver peleas de gallos), a Elvira, a Paco Espino (de Montoro), a Jacinto Mañas y otros. Pero muy especialmente, me volvió a recordar a Pedro Bueno, me preguntó por su salud, ¡nunca me llama por teléfono!, decía, "pero es un gran amigo, yo sé que se acuerda de mí". Efectivamente, Pedro Bueno era un gran amigo de Beppo, fue su protector económico en los años difíciles, le enviaba dinero y le pagaba muchas cosas... "bajo cuerda" para que no se sintiese ofendida. Pedro Bueno ha sido un hombre muy bondadosa, pero sin embargo, el se empeñaba en aparentar lo contrario. "El otro día, me decía Beppo, me llamó un amigo común, cordobés, escritor, muy simpático... (no recordaba su nombre) ¿Mariano Roldán, Beppo?, ¡Si, ese!, exclamaba, "a que es verdad, decía, es muy simpático". Son todos formidables.

"Juan, me decía, tu sabes cuales son mis deseos; yo quiero mucho a Villa del Río, y deseo que mis pinturas estén allí..." sí Beppo, tu sabes que no podemos fallarte, le contestaba. ¡Ay! y las de mi marido en Córdoba, ¡Claro que sí!, le respondía.

El día 1 de mayo de 1989, se celebró en el Ayuntamiento de Villa del Río el primer homenaje a Beppo, fue un acto brillante con una conferencia a cargo de Francisco Zuras Torrens, crítico de arte, sobre "Aspectos de la vida y obra de Beppo Abdul Wahab". Esto fue el primer paso para dar a esta artista, así como de su voluntad, con el fin de cumplir sus deseos sobre su legado pictórico.

Soy depositario de este legado desde el año 1989, en el que se incluyen las obras pictóricas de Beppo, su marido Abdul Wahab y otros, según protocolo notarial, en el que se manifiesta los deseos de la artista, Para llevar a cabo la voluntad de Beppo, desde esas fechas se han ofrecido estas obras, para su exposición en Museo, a los siguientes organismos y entidades: Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, en febrero de 1989; Ayuntamiento de Villa del Río, en septiembre de 1989; Diputación de Córdoba en el año 1991 y a Cajasur, en marzo de 1997. Todas estas entidades agradecieron el ofrecimiento, aunque declinaron su aceptación al no disponer de sala o lugar público para su exposición permanente.

También, para dar conocimiento de esta importante obra pictórica se han realizado distintas exposiciones en Córdoba y Villa del Río.

En la actualidad, se dispone en Villa del Río, de un lugar idóneo para cumplir los deseos de Beppo, concretamente, me refiero al Centro Cultural "Casa de las Cadenas", para su exposición permanente. Y es ahora, cuando ha llegado felizmente el momento de realizar la propuesta de DONACION AL AYUNTAMIENTO DE VILLA DEL RIO, y que nuestra Corporación Municipal ha aceptado por unanimidad, según certificado adjunto.

La obra que regala Beppo al pueblo de Villa del Río, puede que sea la colección más importante del "impresionismo" que exista en Córdoba. Por este motivo, consideramos que está muy justificado este Homenaje que hoy, el pueblo de Villa del Río, le tributa a Beppo.

ARTES PLÁSTICAS: Ángel Cabrera

Ángel Cabrera nace en Villa del Río (Córdoba), estudia en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, pasa por la Escuela de Cerámica de Madrid y en 1959 ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla. Allí permanece hasta finalizar si licenciatura.

Como ilustrador, colabora con editoriales de España, Alemania y México.

Participa con su labor artística en numerosas series televisivas de dibujos animados, españolas, americanas y dos largometrajes para México.

EL PODER DE LA REALIDAD

(Camino R. Sayago)
Fuente: Revista de Feria de 1993

Para Ángel Cabrera, la realidad sigue constando. Es su pintura el resultado de una observación escudriñadora de la realidad, de ella surgen los modelos de su temática.

Su figuración parte directamente del natural; sus composiciones, aun siendo sobrias, en la tradición de la pintura realista española, tienen un encanto especial, producto de la dedicación del pintor por captar la belleza de los objetos cotidianos, a veces olvidados por el recuerdo. Su enfrentamiento con el objeto le instiga a modelar con color las formas; disipadas cajas de costura de brillantes hilos, las gafas de la abuela, una plancha o un flexo, se vuelven perdurables. El sonido del cristal se materializa en vajillas de poliédricas transparencias, en las telas se puede seguir la linea de la arruga, en el laborioso encaje se advierte la minuciosidad dibujística que le aproxima al hiperrealismo.

Los objetos adquieren una categoría especial en su pintura; sumergidos en un ambiente poético, evocan un fragmento del presente, que se consolida a través de la luz y su peculiar gama cromática de grises y plateados que junto con el blanco, el azul y el amarillo conforman su estricta paleta.

Su realismo ofrece una versión renovada, así lo asegura su recreación de los objetos en atmósfera cromáticas, en donde la luz alcanza reflejos y matices muy personales.

El pintor se ha interesado en la verosimilitud de los detalles, perfeccionando las calidades, tratando las superficies cuidadosamente, de forma que provoquen en la sensibilidad del espectador la idea de la materia que representa la obra. De ello dan pruebas bolsas de pan, delicados cestos con frutas, soperas de blanca loza o amarillos y aromáticos membrillos de jugosa y rugosa carne.

Pero ante todo, Cabrera elabora su pintura con un dibujo muy preciso que le permite representar los objetos con fidedigna perspectiva, No es la suya un interpretación de la realidad que se detenga únicamente en la reproducción mimética, sino que introduce ciertos tonos de su subjetividad , que dan realce lírico a la obra.

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